POBREZA MONETARIA Y NO MONETARIA

 

 

En las primeras semanas de este mes, el INEI publicó los resultados de pobreza monetaria en Perú para 2023. Así, la tasa de pobreza aumentó del 27,5% registrado en 2022 al 29% en 2023 (es decir, un aumento de 1,5 puntos porcentuales). Esto significa que la tasa de pobreza alcanzó el año pasado un nivel similar al registrado durante la pandemia de 2020 (es decir, alrededor del 30%).


El aumento se debió a la recesión económica registrada el año pasado y a la inflación. Según las estimaciones que hacemos en Makroconsult, el primer factor hace que la tasa de pobreza aumente aproximadamente un punto porcentual. Las caídas en algunos sectores intensivos en mano de obra como la agricultura, la construcción y los servicios (especialmente entre los más pobres y vulnerables) explican esta proporción. Esto significa que no sólo el colapso económico, sino también la forma en que ocurre, tiene un impacto más proporcional en las poblaciones con mayor riesgo de caer en la pobreza.


En cambio, otro punto porcentual (0,9 según nuestra estimación aproximada) se vio afectado por la inflación sostenida durante este período. El impacto del aumento de los precios de los alimentos tiende a ser mayor para las personas con niveles de gasto más bajos. Finalmente, el resto de la expansión (que puede explicarse en parte por medidas compensatorias o protectoras adoptadas por los gobiernos o los ciudadanos) redujo el aumento de la pobreza a menos del 0,5 por ciento. Esta segunda cifra debería pasar desapercibida porque, incluso si la atribuimos únicamente a las políticas de lucha contra la pobreza, todavía muestra efectos modestos, consistentes con estrategias mal focalizadas y planes limitados de protección de ingresos. Otro indicador clave analizado en el informe del INEI es la tasa de pobreza extrema, que aumentó del 5,0% al 5,7% en 2022-2023.

Esto significa que los niveles son superiores a los registrados durante la pandemia de 2020 (5,1%). En las zonas rurales el aumento fue mayor que en las urbanas. En el primer caso, este nivel superó el 16%, y en el segundo, más del 3%. Sin embargo, a pesar de que la tasa de pobreza extrema en las zonas rurales es mucho mayor que en las urbanas, esto confirma lo que ya es una realidad típica del proceso de empobrecimiento en el Perú de los últimos años: la urbanización de la pobreza extrema. Esto significa que la proporción de personas en extrema pobreza urbana en el número total de personas en extrema pobreza está aumentando constantemente. Por ejemplo, en los años 2004-2019, esta tasa fue aproximadamente del 20%. Para 2023, esta tasa aumentará al 45%. Este último hecho es especialmente preocupante porque la pobreza extrema es una causa más evidente de inseguridad alimentaria en zonas donde no existe producción de alimentos y los alimentos deben estar disponibles a través de transacciones comerciales.

La persistente escasez de ingresos puede provocar cambios significativos en la cantidad, la calidad y la variedad de las comidas familiares, con efectos a mediano plazo en los resultados de la niñez, como la anemia y la desnutrición. Son tendencias que comenzarán a observarse en 2023. Por un lado, el IEP, en un estudio realizado en septiembre pasado, constató que la tasa de inseguridad alimentaria supera el 50% de la población urbana. En tanto, datos de la Comisión de Pobreza Multidimensional del INEI muestran que la anemia entre niños de 6 a 35 meses de zonas urbanas aumentó de 36.7% en 2019 a 40.2% en 2023 y la situación de desnutrición crónica en niños menores de 5 años en la misma región de 7.6 % al 40,2% en 2023. 8,1%. Si a esto le sumamos la disminución del rendimiento en las escuelas primarias y secundarias (especialmente en las zonas urbanas), las perspectivas de generar capital humano para los niños y jóvenes peruanos son al menos alarmantes.


Autora: Alvaro Monge Zegarra. Fuente: Diario Gestión- pag.21, 20 de mayo del 2024.