EL CULTO A LOS CEO


"Me convertí en un meme, destructor de 'cortos'" (ventas de acciones en corto).

Este reciente tuit de Elon Musk tuvo un tono mesiánico que encantó a sus discípulos. Su estatus de culto está en alza. El caso de GameStop le brindó munición en su batalla contra los vendedores en corto de Wall Street. La semana pasada, sus fans se embelesaron con el anuncio de que Tesla, su fabricante de autos eléctricos, invirtió US$ 1,500 millones en bitcoin y que comenzaría a aceptarla como forma de pago.

La historia de los negocios está plagada de flautistas de Hamelín, pero ninguno se iguala a Musk en el número de cosas que ha ayudado a poner bajo los reflectores, desde autos y criptomonedas a viajes espaciales y Clubhouse, app de podcast en vivo en la que ha aparecido. ¿Qué hace que el almizcle de Musk sea tan embriagador para tantos? ¿Cuáles son los pros y contras de ser un CEO de culto?

Los empresarios extravagantes disfrutan de variados grados de celebridad. Una categoría incluye CEO de grandes compañías que, aunque carismáticos, no inspiran una ferviente devoción. Jeff Bezos, el saliente CEO de Amazon, infunde admiración n Wall Street y envidia en otros directorios, pero es muy sobrio como para atraer ardientes seguidores. Algo similar ocurría con Jack Welch, quien estuvo 20 años al frente de General Electric, pero su frialdad no cautivaba a las masas.

En el segundo grupo están magnates que alcanzan estatus de culto, pero sus negocios escasamente avalan la adulación. Su característica es el autobombo descarado. Donald Trump se promocionaba como el archinegociador.

Tiene hordas de impresionados fans, pero no ha desarrollado ningún negocio que se acerque a US$ 10,000 millones en valor o que se sustente en la estabilidad.

La tercera categoría es más exclusiva: CEO que construyen culto a la personalidad y enormes negocios. Sumándose a Musk está Jack Ma, el fundador del titán tecnológico chino Alibaba. La imagen que cultivó, de un humilde profesor convertido en un filantrópico gigante tecnológico con un toque "cool", conquistó a millones de universitarios de su país y otros aspirantes a emprendedor.

Musk y Ma transitan la ruta trazada por un empresario legendario de India: Dhirubhai Ambani, fundador del conglomerado Reliance Industries. Hijo de un profesor rural, se curtió vendiendo hilo de poliéster y fue pionero del culto a las acciones en un país donde las empresas dependían de la banca para financiarse. Recorrió India convenciendo a ahorristas de clase media que ellos también podían integrarse a la clase capitalista.

Cuando Reliance salió a bolsa, en 1977, atrajo a 58,000 inversionistas, a quienes les ha ido bien; el precio de la acción ha subido 275,000% desde entonces.

Cuando 30,000 accionistas se presentaron a rendirle homenaje a Ambani en una asamblea general, la reunión tuvo que trasladarse a un parque. Solo Warren Buffett ha atraído tales números de fanáticos.

El estatus de culto confiere ventajas. La emisión de acciones es barata cuando los compradores no son instituciones realistas sino devotos inversionistas minoristas, quienes también son más pacientes pues oyen los llamados de "mantener la fe" durante periodos de alta inversión de la empresa y cero utilidades.

Además, los costos de marketing son bajos; Musk puede usar las redes sociales para pulir su marca (y la de Tesla).

Los fans están más dispuestos a aceptar defectos. La calidad de ensamblaje de Tesla difícilmente es de clase mundial y los reguladores suelen hacer oír sus inquietudes. Pero ese no se refleja en las ventas de la empresa o el precio de su acción. Por último, el carisma masivo significa influencia política. La popularidad de Ambani le ayudó a inclinar a su favor la política comercial de India. La de Musk permite explicar el trato blando que sus irresponsables tuits o reapertura de plantas durante la pandemia reciben de gobiernos y reguladores.

Pero también hay riesgos. Musk forjó su reputación como un David, fomentando rebeliones contra las élites automotrices y de Wall Street; pero ahora es un Goliat; la persona más rica del mundo que maneja la automotriz con mayor valorización. Jugar ambos roles es peligroso, más aún siendo un ícono cultural, pues es más vulnerable a cambios en los gustos sociales.

La confianza de sus devotos podría caer si dudan que prioriza sus intereses. Ambani pudo repeler acusaciones de manipulación financiera; derrotó a vendedores en corto con la ayuda de un grupo de brokers. Musk podría no tener tanta suerte.

Sus acólitos que compraron acciones de GameStop, tras alentarlos a hacerlo el 26 de enero, lo hicieron cerca del pico del rally.

Y la ventaja política podría convertirse en un calvario. Ma sobreestimó su poder y reprendió públicamente a los reguladores chinos del año pasado, lo que provocó que Pekin frustre la salida a bolsa de Ant, afiliada financiera de Alibaba, y ahora la está obligando a reestructurarse. Ser un CEO de culto puede reducir el costo de financiamiento, pero eleva el costo del error de cálculo.

 

 

Publicado en Gestión, 16 de febrero de 2021.