SENSATOS VERSUS POPULISTAS

 



El 2024 será un año electoral relevante. En Estados Unidos, se enfrentarán demócratas y republicanos, pero también habrá comicios en Argelia, India, México, Pakistán, Rusia, Sudáfrica, Taiwány, probablemente, Reino Unido, entre muchos otros países, que albergan alrededor de 3,000 millones de votantes y generan un tercio del PBI global. En buena parte de esos lugares, a los políticos populistas les está yendo bien en las encuestas.

Los economistas presumen que los populistas infligen graves daños, mientras que los líderes "sensatos" suelen estar asociados con un sólido crecimiento económico. Un nuevo trabajo de investigación, próximo a publicarse en la revista académica American Economic Review, pone números a esos supuestos. Los autores, Manuel Funke y Christoph Trebesch, del Instituto de Economía Mundial de Kiel, y Moritz Schularick, de la Universidad de Bonn (ambos en Alemania), analizan más de un siglo de data.

Clasifican los Gobiernos en "populista" y "no populista" (o lo que podría llamarse sensato), basados en si su ideología tiene un sesgo "nosotros versus ellos". Inevitablemente, es un ejercicio arbitrario, pero su metodología es transparente y está respaldada por otros estudios académicos. Seguidamente, examinan cómo difieren indicadores como crecimiento del PBI e inflación entre ambos tipos de régimen, a fin de identificar el escenario hipotético cómo le habría ido a un país con un Gobierno populista bajo uno sensato.

Para esto, crean Gobiernos "álter ego" usando un algoritmo que hace seguimiento al desempeño económico previo al régimen populista. Por ejemplo, para la gestión de Silvio Berlusconi como primer ministro de Italia (ocho años entre el 2001 yel 2011), comparan la economía de ese país con la de uno ficticio conformado por Chipre, Luxemburgo y Perú, pues estos comparten características con Italia, incluyendo una fuerte dependencia en el comercio internacional.

Los autores identifican 51 gobernantes populistas entre 1900 y el 2020, y encuentran resultados llamativos. En los primeros dos a tres años, hay poca diferencia en la trayectoria del PBI real entre países bajo liderazgos populistas y sensatos. Pero luego aparece una brecha, quizás porque los inversionistas foráneos empiezan a irse: 15 años después de asumir un régimen populista, el PBI per cápita es 10% menor que en el escenario hipotético. Indicadores como deuda pública e inflación también son más altos. Los autores demuestran que el populismo es malo para los bolsillos.

Los resultados son alentadores para quienes creen en la importancia de políticos honrados que hacen lo correcto. Pero, ¿y si los sensatos ya no son lo que eran? Si bien el estudio no puede analizar la más reciente ola populista, algunos ejemplos sugieren que la brecha con los sensatos no sería tan amplia como antes. Con Donald Trump, la economía de Estados Unidos superó las expectativas, y en Turquía, Recep Tayyip Erdogan ha reprimido la libertad de expresión, pero el crecimiento económico está robusto. Hungría y Polonia, gobernadas por populistas, no están peor que países comparables.

Es improbable que, con los aranceles de Trump y la inusual política monetaria de Erdogan, el relativo éxito de sus países se deba a medidas económicas razonables. Más bien, reflejaría que países con liderazgos sensatos tienen dificultades para crecer. En los años 60, los países occidentales en reconstrucción, tras la Segunda Guerra Mundial, y con poblaciones jóvenes, podían alcanzar tasas anuales de 5% o más. Hoy, en parte debido al envejecimiento poblacional, su crecimiento potencial es bajo. Como resultado, la brecha de crecimiento del PBI entre un Gobierno competente y uno incompetente sería menor.

Además, los políticos sensatos están cometiendo errores. En los países de la OCDE, los gobernantes prometen la mitad de medidas que alientan el crecimiento que en los años 90, según un análisis de data del proyecto de investigación Manifesto. También implementan menos medidas: en la década del 2010, hubo estancamiento de reformas productivas y laborales. Entretanto, han puesto obstáculos a la construcción de viviendas, lo que haelevado sus costos y reducido el aumento de la productividad. Muchos se enfocan en complacer a los votantes de mayor edad con enormes pensiones de jubilación y fondos para salud.

Es improbable que los populistas resuelvan estos problemas. ¿Pero qué ofrecen como alternativa los sensatos? Los Gobiernos moderados y tecnocráticos ne- cesitan recobrar su ventaja en torno al crecimiento, pues la creencia de que políticos aventureros dañarán la economía es una de las principales barreras que impiden que más gente vote por ellos.

Si se profundiza el escepticismo sobre la capacidad de manejo económico de gobiernos sensatos, podría parecer menos riesgoso votar por algún excéntrico. Aunque los economistas tienen razón en ridiculizar las políticas económicas de los populistas si se tiene en cuenta su desempeño histórico, los sensatos necesitan ordenarse y corregir sus errores.

 

Autor: The Economist, Gestión - pag. 23. 17 de octubre del 2023.