EN DEFENSA DE LAS CALIFICADORAS

 



 

Hace 15 años, en agosto del 2008, la crisis financiera global estaba por alcanzar su cenity las agencias calificadoras se hallaban en medio del peor periodo de su historia. Era claro que el respeto que suscitaban sus ratings se había agotado y la supervivencia de su modelo de negocio se veía incierta. Pero las agencias sobrevivieron y se han acrecentado las exigencias de los emisores por ser evaluados.

Durante el boom del mercado del 2021, Moody's Investors Service, una de las "tres grandes", obtuvo casi US$ 4,000 millones en ingresos, frente a los USS 1,800 millones que registró en el 2007. El esquema "el emisor paga", que crea un conflicto de interés para las agencias, también ha sobrevivido pese a las constantes demandas de cambio. Aunque han seguido operando casisin reformarse, las calificadores han esta do de buena racha en años recientes.

Lo irónico es que llaman la atención cuando son menos relevantes. Por ejemplo, ocurrió el 1 de agosto, cuando otra de las tres grandes, Fitch, redujo el rating de la deuda del Gobierno de Estados Unidos de AAA a AA+. Es que estas entidades no ofrecen una gran experiencia técnica cuando se trata de analizar la salud fiscal de países ricos, pues la data económica que analizan es la misma que examinan los demás.

En el 2015, los fondos del mercado de divisas estadounidenses fueron eximidos de utilizar los ratings crediticios como el único indicador para decidir invertir en títulos valores. Por ejemplo, ahora pueden determinar que un instrumento representa un "riesgo crediticio mínimo". Esto significa que las reducciones de ratings de los bonos del Tesoro son ahora menos importantes que antes.

No obstante, las calificadoras mantienen dos roles significativos. Primero, publican información de los emisores agregada y ordenada, que los inversionistas pueden analizary comparar. Segundo, actúan como un sello de certificación de activos. Las reguladoras bancarias usan los ratings crediticios para determinar los requerimientos de capital de los bancos; los fondos de inversión los usan para decidir qué activos deben mantener y cuáles deben vender.

El trabajo de las calificadoras es complicado: evitar atraer atención negativa es lo mejor que razonablemente podrían esperar. Eso es lo que discretamente lograron, gracias a las conclusiones a las que arribó el Comité de Regulación del Mercado de Capitales un panel de investigadores académicos, bancarios y empresariales, cuando evaluó el desempeño de estas agencias durante el periodo inicial de la pandemia del covid-19, que provocó profundas dificultades financieras.

En el 2020, 198 compañías que contaban con calificaciones asignadas por S&P Global Ratings entraron en default, el mayor número desde la crisis financiera.

Pero mientras que, en el 2009, once empresas con grado de inversión incumplieron pagos de sus deudas, todos los defaults del primer año de la pandemia correspondieron a empresas que ya estaban categorizadas como grado especulativo, que implican mayor riesgo.

Las calificadoras sí recibieron críticas durante el colapso de Silicon Valley Bank (SVB), en marzo pasado. Tanto Moody's como S&P habían asignado grado de inversión a dicho banco. Pero su derrumbe, que fue facilitado por las redes sociales, mensajes instantáneos y apps de finanzas digitales, fue inusualmente rápido. Y los ratings que tenía antes de su caída de A3 y BBB, respectivamente estaban lejos de los más elevados.

De hecho, una advertencia de rebaja de categoría hecha por Moody's la semana previa al derrumbe de SVB, fue uno de los detonantes que revelaron el lamentable estado de las finanzas del banco. Se puede criticar a las calificadoras por haberse quedado dormidas al volante o por haber propiciado la crisis, pero difícilmente por ambas cosas.

Asimismo, investigaciones realizadas sobre el tema demuestran un continuo rol de las calificadoras en la evaluación de deuda gubernamental de mercados emergentes. Un estudio del Banco de Pagos Internacionales, un club de bancos centrales, muestra que los cambios de ratings aún tienen un gran impacto en los mercados de derivados de riesgo de default (CDS), lo que indica que los inversionistas siguen respetando los criterios de evaluación de las calificadoras.

Otro estudio, publicado por el Banco Mundial, calcula que el efecto de los ratings habría aumentado desde la crisis financiera global. Un ascenso de un nivel en el rating de una economía en desarrollo, respecto de países similares, incrementó la entrada de capitales en alrededor de 0.6% del PBI en el periodo 2009-2017, un tercio más que en los diez años precedentes.

Las calificadoras son pararrayos para las críticas. Las firmas que intentan ser árbitros del riesgo están sujetas a equivocarse o peor, a tener un rol causal ante shocks inesperados. Aunque sus problemas que se evidenciaron durante la crisis financiera no se han corregido, estas agencias siguen siendo cruciales para el funcionamiento de los mercados de capitales. Y han estado haciendo un trabajo bastante bueno recientemente.

 

Autor: The Economist, Gestión - pag. 23. 15 de agosto del 2023.