CHINA Y SU GUERRA PERDIDA

 

 

Recuerdan cuando el covid iba a hacer de China la potencia hegemónica del mundo? Hasta mediados del 2021, mi e-mail estaba lleno de aseveraciones de que el aparente éxito de China en contener el virus mostraba la superioridad de su sistema frente a las sociedades occidentales que, como sostuvo un comentador, "no tienen la capacidad de organizar rápidamente a cada ciudadano en torno a un único objetivo".

Sin embargo, China está tambaleando mientras otros países están volviendo a la normalidad. Aún aplica su política de cero covid, con draconianas restricciones en actividades cotidianas cada vez que surgen nuevos contagios, creando penuria y constriñendo la economía; las urbes en cuarentena representan el 60% del PBI chino. En días recientes, en muchas ciudades en todo el país, la población ha hecho frente a la dura represión para manifestarse en contra de las medidas del Gobierno.

Vale la pena preguntarse qué lecciones podemos sacar del trayecto de China desde potencial modelo a debacle. La lección no es que no debemos aplicar medidas de salud pública ante una pandemia, pues en ocasiones son necesarias. Pero los gobiernos tienen que ser capaces de cambiarlas ante las variantes circunstancias y la nueva evidencia. Y lo que estamos viendo en China es el problema con las autocracias, que no pueden admitir errores ni aceptan realidades que no les agradan.

En el primer año de la pandemia, tenía sentido aplica rrestricciones fuertes, incluso draconianas. No era realista imaginar que el uso obligatorio de mascarilla e incluso las cuarentenas evitarían que el virus se propague, pero lo que podían hacer era ralentizar su transmisión. Al principio, el objetivo de Estados Unidos y muchos otros países fue "aplanar la curva", evitando picos de contagios que pudieran saturar el sistema de salud.

Cuando quedó claro que habría disponibilidad de vacunas eficaces, el objetivo fue, o debió haber sido, desacelerar los contagios hasta que la vacunación pudiera proporcionar protección. Esta estrategia funcionó en Nueva Zelanda y Taiwán, que inicialmente impusieron reglas estrictas que mantuvieron en niveles muy bajos contagios y decesos, y las relajaron cuando sus poblaciones estuvieron vacunadas. Aunque la apertura provocó un fuerte aumento de casos ymuertes, fue mucho menos severo de lo que hubiese ocurrido si hubiesen abierto antes, de modo que los decesos per cápita han sido mucho menores que en Estados Unidos.

En cambio, los líderes chinos parecen haber creído que los confinamientos podían erradicar permanentemente el virus y han estado actuando como si aún lo creyesen, a pesar de la evidencia en contra. Yel Gobierno no desarrolló un plan B. Muchos habitantes mayores el grupo más vulnerable todavía no cuentan con todas las dosis. Además, China se ha rehusado a comprar vacunas extranjeras, pese a que las suyas, que no usan tecnología de ARN mensajero, son menos eficaces que las que el resto del mundo está inyectando.

Esto deja al régimen de Xi Jinping en una trampade su propia creación. Es obvio que la política de cero covid es insostenible, pero suprimirla significaría admitir tácitamente el error, lo que nunca es fácil para los autócratas. Yrelajar las reglas causaría un enorme aumento de contagios y decesos. Aparte de que muchos chinos vulnerables siguen sin vacunarse o recibieron dosis de inferior calidad, dado que el virus ha sido suprimido, pocos poseen inmunidad natural y el país tiene pocas camas de cuidados intensivos, careciendo de la capacidad para afrontar un salto de contagios.

Es una pesadilla, y nadie sabe cómo acabará. ¿Pero qué podemos aprender los demás de China? Primero que, en efecto, la autocracia no es superior a la democracia. Los autócratas pueden actuar rápido y decididamente, aunque también pueden cometer errores porque nadie puede decirles que están equivocados. En lo esencial, hay una clara semejanza entre la negativa de Xi de abandonar la política de cero covid y el desastre de Vladimir Putin en Ucrania.

Segundo, estamos viendo por qué es importante que los líderes estén abiertos a la evidencia y dispuestos a cambiar el rumbo cuando se han equivocado.

Irónicamente, en Estados Unidos, los políticos cuyo dogmatismo semeja mayormente el de los líderes chinos son los del ala derecho del Partido Republicano.

China ha rechazado vacunas extranjeras a pesar de su superioridad; muchos líderes republicanos han rechazado las vacunas en general, incluso ante la diferencia en tasas de mortalidad vinculadas con tasas de vacunación.

Esto contrasta con la actitud de los demócratas, que en general han seguido algo similar al enfoque aplicado por Nueva Zelanda, aunque con menor efectividad, restricciones al inicio, relajadas a medida que avanzaba la vacunación. En suma, lo que podemos aprender de China es mucho más que el fracaso de medidas específicas; es de lo que debemos tener cuidado en autócratas potenciales que insisten, sin importar la evidencia, en que siempre tienen razón.

 

 

Autor: Paul Krugman. Publicado en Gestión, 30 de noviembre del 2022.