DISNEY Y LA INTOLERANCIA

 

 

Hasta hace poco, la confrontación entre Disney y Florida hubiese parecido inconcebible. El ataque de republicanos de estado contra la gigante del entretenimiento dañará la economía floridana, posiblemente de manera severa y reflejan un repentino vuelco hacia la intolerancia en un país que parecía volverse más tolerante. Y los alegatos contra la compañía son ridículos.

Pero lo que ocurre en Florida tiene sentido si uno entiende que lo que buscan su gobernador, Ron DeSantis, y sus aliados, no tiene nada que ver con política económica ni con política convencional. Lo que estamos viendo son síntomas de la transformación del partido Republicano en un movimiento radical basado en teorías conspirativas e intimidación.

Hace unos meses, el periódico local The Tallahassee Democrat publicó un artículo que argumentaba que el inmenso rol de Disney World en la economía de Florida le otorgaba influencia política casi incuestionable. El complejo turístico se asienta en un "distrito especial" de 101 km, en el que brinda servicios públicos básicos y paga impuestos prediales. La semana pasada, DeSantis promulgó una norma que elimina ese distrito, lo que dejará en dificultades a los contribuyentes locales, se ha informado que quedarían endeudados por más de US$ 1,000 millones.

Además, Disney World emplea a gran cantidad de personas y atrae a millones de visitantes, quienes gastan dinero que impulsa la economía floridana. Un factor menos tangible es que ha contribuido con la imagen de Florida como lugar deseable para visitar y vivir. El sector de recreación y alojamiento en ese estado es enorme, y Disney es parte importante.

Todo esto fue puesto en peligro cuando Florida aprobó su ley "No digas gay", que restringe lo que los elogios pueden decir sobre identidad de género y orientación sexual, limita la capacidad de ofrecer consejería escolar sin consentimiento parental y abre la puerta a litigios entablados por padres que aleguen violaciones de reglas vagamente definidas. Antes de la aprobación de la norma, Disney no se pronunció.

Pero una empresa de entretenimiento cuyo negocio depende de su imagen pública, no puede parecer demasiado desalineada de las convenciones sociales predominantes.

Y la sociedad estadounidense está más abierta que antes a los temas LGBTQ: la aprobación del matrimonio igualitario subió de 27% en 1996 a 70% el 2021. Así que con tardanza, luego de aprobada la ley, el CEO de Disney finalmente declaró que la compañía se oponía. La respuesta republicana ha sido extrema, en la actualidad, siempre lo es.

Hace no mucho tiempo, usar el poder estatal para imponer sanciones financieras a corporaciones por expresar opiniones políticas discrepantes hubiese sido considerado inaceptable. De hecho, podría ser inconstitucional. Pero el ataque a Disney ha ido más allá de la represalia financiera: de modo repentino, Mickey Mouse es parte de una vasta conspiración. El teniente gobernador de Florida acusó a la compañía de "indoctrinar" y "sexualizar niños" con su "agenda no secreta".

Si esto parece disparatado, también es crecientemente la norma republicana. No creo que periodismo político haya logrado comprender cuán profundamente influenciado está ese partido por el movimiento conspirativo QAnon. Casi la mitad de republicanos cree que los demócratas de alto rango están involucrados en el tráfico sexual de menores.

Pero hay un número más impresionante: el 66% de republicanos cree en la "teoría del reemplazo del blanco" y está de acuerdo, total o parcialmente, en que "el partido Demócrata está tratando de reemplazar al electorado actual con votantes de países pobres de todo el mundo". Ante este modo de pensar, es obvio que políticos republicanos ambiciosos persigan medidas concebidas para apelar a la paranoia de las bases y acusar de ser parte de una nefasta conspiración a cualquiera que se oponga.

Y lo estrafalario del ataque a Disney no solo es complaciente con la necesidad de las bases republicanas, sino que lo absurdo de las embestidas también es un mensaje de intimidación dirigido al mundo empresarial. En efecto, les dice: "No interesa cómo conduces tu negocio, no cuán inocuo es tu comportamiento. Si criticas nuestras acciones o fallas de algún modo en demostrar lealtad a nuestra causa, encontraremos la forma de castigarte"

El obvio ejemplo es Viktor Orbán, el primer ministro de Hungría, donde se celebrará la Conferencia Política de Acción Conservadora en mayo. Un reciente informe de la ONG Freedom House señala que, en Hungría, "los empresarios cuyas actividades no están en línea con los intereses financieros o políticos del Gobierno, tienen la probabilidad de enfrentar hostigamiento e intimidación, y están sujetos a creciente presión administrativa con miras a una posible adquisición".

Así que la embestida contra Disney es síntoma de algo más generalizado y preocupante: la infiltración de QAnon y la "Organización" de uno de los principales partidos políticos de Estados Unidos. Y eso pone en riesgo nuestra democracia.


 

Autor: Paul Krugman. Publicado en Gestión, 27 de abril del 2022.