Ayuno como Vía de Curación

ayuno

AUTOR: LUIS GABRIEL URQUIETA.

"Mientras el mercado busca vendernos todo tipo de remedios para cualquier padecimiento, en los últimos años se han constatado evidencias médicas que indican cómo la abstención voluntaria y controlada de alimentos por varios días puede tener efectos positivos en nuestra mente y salud".

Es de llamar la atención la cantidad gigantesca de comerciales televisivos que incitan al consumo de productos farmacológicos. En treinta segundos vemos anuncios disfrazados de cápsulas informativas que nos describen una patología y nos recetan una solución: “Si te sientes mal del estómago, toma tal pastilla y sigue comiendo lo mismo”. Se trata de un marketing que hace creer que las medicinas son una especie de balas mágicas que acaban directamente con cualquier malestar sin efectos colatorales. Falso. Gran parte de las enfermedades que proliferan en la sociedad, son consecuencia de dietas deficientes, de comida chatarra, exceso de azucares y conservadores que parecen destinados a ofrecer una maravillosa oportunidad de mercado a la industria farmacéutica.

El mercado aliena y nos aleja de los remedios más sencillos e incluso económicos, como lo pueden ser el simple rechazo de productos nocivos para la salud. Más allá de las cajetillas de cigarro, que desde hace pocos años muestran terribles imágenes antipublicitarias sobre el daño a la salud que ocasiona su producto, no he visto en refrescos (por mencionar sólo un producto chatarra) advertencias que expliquen “El abuso de este producto genera diabetes” o “este producto atrofia el hígado”.

El Ayuno

Dos años atrás, un amigo de la Facultad inició un ayuno de 13 días, terapia con la que buscaba centrar la mente, limpiar su cuerpo de toxinas y demás impurezas. Me pareció en su momento un tratamiento extremo, incluso contradictorio. Recientemente otro amigo y su pareja dejaron de comer por seis días, para después relatarme que al terminar su periodo de ayuno se habían sentido muy bien. Poco después, atraído por el tema, encontré el documental francés Le jeûne, une nouvelle thérapie (El ayuno, una nueva terapia), realizado por Sylvie Gilman y Thierry de Lestrade (2011), que muestra detalladamente cómo clínicas en Rusia, Francia y Estados Unidos se han especializado en instruir y cuidar a pacientes que se someten a ayunos prolongados para sanar múltiples enfermedades, incluido el temido cáncer. La tesis me pareció extraordinaria, mientras el marketing médico nos impulsa a consumir una amplia cantidad de activos químicos para regularizar nuestro cuerpo, esta posibilidad alternativa nos muestra cómo podemos autosanarnos al controlar la mente y dejar descansar la función corporal que más energía requiere: la digestión.

De forma natural, al sentirnos enfermos o deprimidos perdemos el apetito, lo cual parece, es una reacción instintiva de nuestro cuerpo en busca de sanación.

A lo largo de la historia, nuestra especie ha ido consolidando los medios que aseguran el abasto de comida a sus poblaciones, y aunque infelizmente existen numerosas regiones del mundo con carestía de alimentos y malnutrición, muy probablemente usted, apreciable lector, que goza de internet y puede darse el tiempo de leer este artículo, jamás haya pasado un par de días sin tener qué comer. Nos hemos dado el lujo de establecer horarios diarios de alimentación: desayuno, comida y cena; pero si pensamos en las poblaciones humanas nómadas de antaño u otros animales semejantes que comen sólo cuando pueden, claramente observamos que tenemos la capacidad orgánica de sobrevivir sin alimentos amplios periodos de tiempo. Mahatma Gandhi, por citar un ejemplo excepcional, en su más prolongada huelga de hambre, llegó a abstenerse de un solo bocado por 56 días, experiencia que, decía, terminó por fortalecerlo más en lo mental y físico.

Asimismo, el ayuno ha estado presente en la humanidad desde los albores de la historia como un camino arquetípico hacia la elevación espiritual, el autocontrol y la paz interior: los monjes budistas, así como los marakames huicholes frecuentan dicha práctica para favorecer la meditación o mayor grado de conciencia; por otro lado, con finalidades afines, los musulmanes siguen anualmente el Ramadán (mes de ayuno) como acto de purificación y perdón. También el cristianismo promueve el ayuno con diferentes motivos, el más popular se da a inicio de la cuaresma, como acto de penitencia y reflexión antes de la celebración de semana santa.

A pesar de que el ayuno se ha practicado por milenios como método de purificación-sanación, nuestro pensamiento moderno, cimentado en la razón, comenzó a descartar (palabra que alude René Descartes) aquello que no se sometía a un método científico. No obstante, si el ayuno es practicado para limpiar la mente, al retomar la afamada cita grecolatina “mens sana in corpore sano”, observamos un viejo principio que nos plantea cómo la sanidad mental implica entereza corporal.

En el ámbito científico, aunque con escasa difusión, el ayuno comenzó a estudiarse en 1958 por el psiquiatra ruso, Yuri Nicolayev, quien desde el hospital Korsakov de Moscú, permitió a uno de sus pacientes con graves trastornos mentales, seguir su instinto de abstinencia alimenticia, aún cuando dicha autorización estuviera en contra del protocolo médico. Al paso de los días, la recuperación del paciente fue notable, a tal grado que fue dado de alta. Con el resultado, Nicolayev comenzó a ver resultados positivos en la salud de quienes se sometían al ayuno.

La explicación de la mejoría de los pacientes se encuentra, según revelan estudios, en la reacción de alarma que tiene el cuerpo al dejar de recibir alimentos, lo cual estimula la fuerza curativa del organismo. La glucosa baja y los lípidos se transforman a través del hígado en corsetónica, sustancia que alimenta al cerebro y con el paso de los días genera un estado de euforia y posterior tranquilidad. Según múltiples experiencias, el ayuno es duro entre el tercero y cuarto día, después, aunque nunca se pierde por completo el apetito, se experimenta un periodo de mayor armonía e introspección. Al ser un proceso de autocontrol, de llevarse a cabo satisfactoriamente, reduce el estrés y motiva al practicante a continuar con una dieta y vida más sana.

Desde luego hay detractores a esta práctica. La ausencia de alimentos genera una crisis de acidez estomacal, pero se puede neutralizar con agua y té. También hay ayunos parciales que se hacen con ciertos jugos de frutas, vegetales o jarabes que impiden la caída de glucosa.

Comer es delicioso, disfrutamos ver, oler y saborear nuestros platillos, pero por lo general, comemos mucho más de lo que nuestro cuerpo necesita. Para darse cuenta de ello, basta hacer un ejercicio muy sencillo: cubrir nuestros ojos y pedirle a otra persona que nos alimente; al recibir los bocados, intentemos saborearlos con paciencia, dejemos que nuestro cuerpo hable por nosotros y nos diga si estamos satisfechos. El resultado, seguramente te asombrará. Comer bien, no es precisamente comer mucho, de hecho se ha comprobado que una dieta moderada nos aproxima más a la longevidad.

Publicado en Revista Mundo Verde (12 de Marzo de 2014)