POR: LUIS GULMAN CHECA
Nadie desea que un periodo seco se abata sobre nosotros, pues ello, según la gravedad de la probable escasez, podría llegar a ser calamitoso. Los efectos negativos alcanzarían a todos: los de arriba y los de abajo, es decir, se afectarían tanto los empresarios inversionistas como quienes proporcionan la cada vez más abundante mano de obra requerida por los nuevos cultivos de exportación y también la inmensa red tejida como soporte de estas modernas actividades (servicios, insumos, etc.).
Sin embargo, ante las circunstancias actuales, devendría en irresponsabilidad absoluta no asumir que el presente año se presenta como extremadamente seco. Vayámonos ubicando sobre el significado de abundancia y escasez para lo que mencionaré algunas cifras referidas a descargas anuales del río Chira en millones de metros cúbicos (MMC):
• Año normal: 3000 MMC
• Año de Niño: 8000 MMC
• Año FEN: 18000 MMC
• Año seco: 1000 MMC
Debo hacer la salvedad, para entender lo grave que podría ser la situación, que el río Chira registra aportes anuales de 600, 800 y 900 MMC, de modo que así como a veces la naturaleza pareciera querer ahogarnos, también suele negarnos el agua en grado extremo. ¿Será este un año tan escaso como los mencionados líneas arriba? Ojalá que no, pero, reitero, sería un grave error dejarnos llevar por las urgencias inmediatas y asumir que, como ha venido sucediendo últimamente, la naturaleza volverá a ser pródiga y se abrirán las compuertas del cielo permitiéndonos continuar como nos hemos acostumbrado.
Obviamente, el comportamiento de los otros ríos piuranos marcha a la par con el Chira, tomado como referente. Así, por ejemplo, en el año 1968, reputado como muy seco, mientras el río Chira descargó 638 MMC, en el Piura, ni siquiera las partes altas de los afluentes proveían agua para beber. En consecuencia, así como cuando llueve todos se mojan, cuando se abate la sequía, todos la padecemos.
Se aducirá que ello ocurría antaño, cuando no existía la actual infraestructura del Pechp que cuenta con el mayor reservorio del país, lo cual es cierto. Sin embargo, también es verdad que todas las premisas sobre las que fundó esta obra, las hemos dejado de lado. Ejemplo: mientras el cultivo del arroz en el Bajo Piura se planificó como práctica cultural para lavado de suelos (asumiendo que el sistema de drenaje continuaría operando perfectamente) instalándolo en no más del 20% del área en primera campaña, lavando así el suelo cada lustro; este cultivo viene invadiendo casi el 100% del valle en ambas campañas. Asimismo, la margen izquierda del Canal de Derivación jamás estuvo considerada como zona de expansión agrícola, como tampoco la margen izquierda del río Piura aguas abajo de la caída de Curumuy, sin embargo, en esas áreas se han desarrollado varios miles de hectáreas de grandes emprendimientos agrícolas. En conclusión: como la situación actual no tiene nada que ver con el proyecto original de desarrollo de los valles, el argumento de contar con el mayor reservorio del país no sirve para nada. Demostración de lo dicho: a la fecha, el reservorio ni siquiera almacena la reserva técnica, es decir, ha colapsado como tal.
Siendo estos los hechos cabe preguntarnos: ¿quién es el responsable del manejo del agua? Así como el Banco Central de Reserva responde por lo que podríamos llamar el flujo del dinero y, siendo el agua “oro líquido”, quién vela por su correcto uso? La respuesta es preocupante: un conglomerado amorfo dominado por quienes la usufructúan.
Sería deseable que tanto la autoridad regional como los medios de comunicación, hicieran hincapié en esta coyuntura por las graves implicancias que podría tener sobre la economía piurana. Asimismo, sería lamentable pasarla por alto, haciendo como que no hay ningún peligro en el horizonte, pues ello implicaría una enorme falta de responsabilidad por las funestas consecuencias derivadas de la muy probable sequía.
Publicado por Diario El Tiempo (23 de Enero de 2014)