¿Por qué el mundo se enfrenta a un caos climático?

AUTOR: MARTIN WOLF

Problema Global. No existe voluntad politica reformista.

La humanidad esta realizando un enorme, descontrolado y casi seguramente un irreversible experimento climático con el único hogar que tenemos

La semana pasada se informó que la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera superó las 400 partes por millón por primera vez en 4.5 millones de años, y continúa aumentando a razón de alrededor de 2 partes por millón cada año. A este paso, podríamos alcanzar 800 partes por millón a finales de siglo. Por lo tanto, todas las discusiones acerca de cómo podemos mitigar los riesgos de un cambio climático catastrófico resultan siendo palabras huecas.
La humanidad se encogió de hombros y decidió dejar que aumente la amenaza. El Profesor Sir Brian Hoskins, director del Instituto Grantham para el Cambio Climático de Imperial College de Londres, señala que cuando las concentraciones alcanzaron este nivel por última vez, “el mundo era más cálido en un promedio de tres o cuatro grados centígrados de lo que es hoy. No había capa de hielo permanente en Groenlandia, los niveles del mar eran mucho más altos, y el mundo era un lugar muy diferente, aunque tal vez no todas estas diferencias estén directamente relacionadas con los niveles de CO2”.
Su advertencia es acertada. Sin embargo, el efecto de invernadero es ciencia básica: es la razón por la cual la tierra tiene un clima más agradable que la luna. Es sabido que el CO2 es un gas de efecto de invernadero. Hay efectos de retroalimentación positiva causados por el aumento de la temperatura, como lo es la cantidad de vapor de agua en la atmósfera. En resumen, la humanidad está realizando un enorme, descontrolado y casi seguramente irreversible experimento climático con el único hogar que tenemos. Si juzgamos por los factores científicos básicos y las opiniones de los científicos calificados, el riesgo de un cambio calamitoso es enorme.
Lo que hace que la apatía sea todavía más chocante es que por años hemos estado escuchando relatos histéricos acerca de las graves consecuencias que acarrea el acumular la deuda pública a expensas de nuestros hijos y nietos. Pero básicamente lo que legamos son los derechos financieros de unas personas sobre otras. En el peor de los casos, alguien dejará de pagar. Algunos no estarán contentos, pero la vida seguirá su curso. Legar un planeta en pleno caos climático es una preocupación de mayor envergadura. No hay otro planeta adónde ir o manera de hacerle un "reset" al sistema climático de la tierra. Si vamos a predicar prudencia con las finanzas públicas, deberíamos sin duda actuar de igual manera con respecto a algo irreversible y mucho más costoso.
Así que ¿por qué nos comportamos de esta manera?
La primera y más profunda razón es que, así como la civilización de Roma antigua estuvo basada en la esclavitud, la nuestra está basada en los combustibles fósiles. Lo que sucedió al comienzo del siglo XIX no fue una "revolución industrial" sino más bien una "revolución energética". Nuestras actividades se basan en la emisión de carbono en la atmósfera. Como lo dije en "Climate Policy," el estilo de vida basado en el alto consumo energético de los países de altos ingresos es ahora un fenómeno global. La convergencia económica entre los países emergentes y aquellos de altos ingresos está aumentando la demanda de energía más rápidamente que la disminución de dicha demanda por medio de tecnologías más eficientes. No sólo están creciendo las emisiones de CO2 globales, sino incluso las emisiones per cápita. Estas últimas son un producto parcial de la dependencia de China en la producción de electricidad por medio del carbón.
Una segunda razón es la oposición a cualquier intervención en el mercado libre, en parte motivada, sin duda, por intereses estrictamente y estrechamente económicos. Pero no hay que subestimar el poder de las ideas. El admitir que una economía libre genera un gran costo externo a nivel global es admitir que las regulaciones gubernamentales a gran escala propuestas por los odiados activistas ecológicos son justificadas. Para muchos liberales clásicos, la idea es insostenible. Es mucho más fácil hacerle caso omiso a la ciencia.
Un síntoma de este comportamiento es el agarrarse a un clavo ardiente, como el indicar, por ejemplo, que las temperaturas promedio a nivel mundial no han aumentado recientemente, a pesar de que son mucho más altas que hace un siglo. Sin embargo, se han visto anteriormente períodos en los cuales se experimentaron caídas de temperaturas dentro de tendencias al alza.
Una tercera razón puede ser la presión por responder a crisis inmediatas, las cuales han consumido casi toda la atención de los políticos en los países de altos ingresos desde 2007.
La cuarta es la ciega confianza de que, en el peor de los casos, el ingenio humano ciertamente encontrará maneras inteligentes de sobrellevar las peores consecuencias del cambio climático.
La quinta es lo difícil que resulta lograr acuerdos globales prácticos y efectivos para el control de las emisiones entre tantos países. Como era de esperarse, estos acuerdos aparentan acción, pero dejan bastante que desear a nivel práctico.
La sexta es la indiferencia a los intereses de aquellos que nacerán en un futuro relativamente lejano. Como reza el viejo refrán: "¿Por qué debo preocuparme por las generaciones futuras? ¿Qué han hecho ellas por mí? "
Una última razón es la necesidad de lograr un justo equilibrio entre los países pobres y ricos, y entre aquellos que emitieron la mayor parte de los gases de efecto de invernadero en el pasado y aquellos que los emitirán en el futuro.
Cuanto más se piensa en el reto, más imposible es imaginar una acción eficaz. En cambio, continuaremos viendo el aumento de las concentraciones globales de gases de efecto de invernadero, y si ultimadamente esto nos arrastra a un desastre, será entonces demasiado tarde para hacer algo al respecto.
Entonces, ¿qué puede cambiar el rumbo? Mi opinión de que las demandas basadas en la moralidad no sirven para nada. La gente no tomará cartas en un asunto de esta magnitud sólo porque se preocupa por los demás, incluso por sus propios futuros descendientes.
La mayor parte del público piensa que una economía basada en bajas emisiones de carbono sería una de las grandes privaciones universales, y nunca aceptarán semejante situación. Esto se aplica tanto a los habitantes de los países de altos ingresos, que quieren conservar lo que tienen, como a quienes viven en otros países y desean disfrutar de los mismos privilegios que los países de altos ingresos. Una condición necesaria, aunque no claramente suficiente, entonces, es una visión políticamente vendible de una economía próspera y baja en carbón. Eso no es lo que la gente ve en este momento. Deben invertirse importantes recursos en las tecnologías que puedan ofrecernos, de manera realista, ese futuro.
Sin embargo, eso no es todo. Si semejante oportunidad parece ser más factible, deben también desarrollarse instituciones capaces de cumplirla.
Actualmente no existen ni la tecnología ni las instituciones necesarias. En su ausencia, no existe la voluntad política de hacer algo efectivo acerca del proceso que guía nuestros experimentos con el clima. Sí, la gente habla y luce preocupada, pero como es obvio hasta el momento, no se ha tomado siquiera una sola medida realmente efectiva. Si deseamos un cambio, debemos empezar por ofrecerle a la humanidad un futuro mejor. Claramente, el miedo a un futuro horrible no es motivación suficiente.

Publicado por Financial Times (19 de Mayo de 2013)