La destrucción de la capa de ozono siguió progresando hasta nuestros días. Las medidas de control y prohibición del uso de los compuestos destructores del ozono, que comenzaron en 1987 con el Protocolo de Montreal, y se fueron endureciendo en la década de los 90, en las sucesivas enmiendas al protocolo, han evitado probablemente una destrucción masiva de la capa de ozono, con los consiguientes daños a personas y seres vivos en general.
Sin embargo, es en estos años que vivimos cuando la erosión de la capa de ozono es mayor; precisamente cuando otros problemas ambientales la han desplazado de los medios de comunicación.
La pérdida de ozono en la Antártida alcanza hasta un 50% como media mensual, y en las latitudes medias la capa de ozono ha perdido el 3% de su ozono (Hemisferio Norte) y hasta el 6% (Hemisferio Sur), con episodios de fuertes pérdidas en la primavera.
Según el último informe disponible preparado por el panel científico asesor del protocolo de Montreal, la máxima acumulación de sustancias destructoras del ozono se alcanzó en la baja atmósfera en 1992-1994, disminuyendo lentamente desde entonces. En la estratosfera se está alcanzando estos años la máxima abundancia de cloro (de ahí la máxima destrucción del ozono), pero la cantidad de cloro parece haber llegado a un límite. En contraste, es probable que siga aumentando la cantidad de bromo, procedente básicamente de halones y BrMe. En particular, se sigue haciendo un uso masivo de esta última sustancia, incluso en países como el nuestro .
En las próximas décadas estas cargas de cloro y bromo disminuirán hasta los niveles anteriores a 1980, lo que significará la práctica recuperación de la capa de ozono. Pero esto no ocurrirá hasta mediados de este siglo, y dependerá del cumplimiento estricto de las medidas de prohibición de sustancias destructoras del ozono y del efecto que el cambio climático ejerza, enfriando la estratosfera y aumentando por ello la probabilidad de formación de nubes estratosféricas polares y de eliminación del ozono.
Mientras tanto, tendremos que enfrentarnos a episodios de gran erosión de la capa de ozono en lugares densamente poblados, como ocurrió en marzo de este año, cuando las bajas temperaturas en el Ártico a la altura de la capa de ozono (probablemente favorecidas por el cambio climático), dieron lugar a pérdidas del 30% del total del ozono. Estas masas de aire polar pobres en ozono alcanzaron hasta el sur de Italia, aumentando la radiación UV y el consiguiente riesgo.
Según el panel científico asesor antes mencionado, aún cuando se dejaran de emitir todos los compuestos de origen industrial que destruyen el ozono, se estima que sólo se adelantaría 10 años la recuperación de la capa de ozono, pero, teniendo en cuenta los efectos beneficiosos para la salud pública, la agricultura y los ecosistemas de este adelanto limitado de la reparación de la capa de ozono, una prohibición radical de uso sería positiva, teniendo en cuenta además la existencia de alternativas en todos los usos significativos de las compuestos que destruyen la capa de ozono.