Deuda Ecológica

 

 

Por Pedro Burruezo

El desarrollo económico no asume la deuda ecológica que tiene con los países del Sur por usar sus recursos naturales

El actual sistema económico produce "barato" porque no asume los costes ambientales que supone en realidad. El crecimiento de los países más desarrollados se basa en el uso insostenible de los recursos naturales de los países del Sur. Por este motivo, están en "deuda ecológica" con ellos, al afectar de forma grave a su medio ambiente y su salud. Los consumidores pueden poner en práctica diversas medidas para reducir esta deuda y que empresas e instituciones asuman su responsabilidad.


Qué es la deuda ecológica

Los países del Norte están en deuda ecológica con los del Sur: la quinta parte más rica de la población mundial consume tres veces más que el resto del planeta y 16 veces más que la quinta parte más pobre, según Wolfgang Wagner, asesor ambiental de UNESCO. Si todos los habitantes del planeta son iguales, quienes usan más recursos tienen una deuda hacia los otros.

¿A cuánto asciende esa deuda ecológica? Los expertos no se ponen de acuerdo, porque reúne diversos aspectos ambientales difíciles de cuantificar. No obstante, principios como los de quien contamina paga o la responsabilidad ambiental se deberían asumir por parte de empresas e instituciones para combatir este desequilibrio.

Al igual que otros conceptos hermanos, como la huella ecológica, pretende concienciar sobre la necesidad de que el modelo productivo interiorice el componente ambiental y evite "comerse el mundo", como señala la ONG Veterinarios sin Fronteras.



Cómo se manifiesta la deuda ecológica

La Comisión de Deuda Ecológica de la ONG Ecologistas en Acción señala algunas de las principales formas en las que se manifiesta la deuda ecológica:

Deuda de carbono. El consumo acelerado de combustibles fósiles ha aumentado las emisiones de dióxido de carbono (CO2), uno de los gases de efecto invernadero (GEI) implicados en el cambio climático. Sus efectos nocivos afectan a todo el planeta, pero sobre todo a los países del Sur. Los fenómenos adversos como inundaciones, huracanes o desertificación son más extremos y frecuentes, y sus habitantes más vulnerables, al contar con menos recursos y apoyarse en actividades agroganaderas.

Biopiratería. Diversas empresas extraen recursos genéticos y bioquímicos a partir de la riqueza biológica y los conocimientos de los pueblos indígenas y los países en desarrollo. Los resultados se patentan para asegurarse el control total y los posibles beneficios económicos. Diversos estudios de ONG ecologistas calculan que solo en los países amazónicos provoca pérdidas anuales superiores a 8.000 millones de euros.

Tráfico de residuos. Los elevados costes del tratamiento de los residuos y la falta de control conducen a su traslado ilegal, incluidos peligrosos, a países en desarrollo con escasas o nulas medidas sanitarias o de control de la contaminación. Esta práctica ha aumentado en los últimos años, según denuncian instituciones como la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) y ONG como Greenpeace. Uno de los casos más destacados es el de residuos de eléctricos y electrónicos. Según la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA) de EE.UU., es diez veces más económico enviar un monitor a Asia que reciclarlo en su país.

Pasivos ambientales. Los países del Sur tienen unos sistemas legislativos más débiles, que permiten eximirse de su responsabilidad a las empresas que causan algún daño ambiental y sobreexplotan los recursos. Su competitividad aumenta a costa de ahorrarse dinero en medidas de prevención y recuperación y en indemnizaciones a los afectados.