Primer aniversario del gran vertido
en el golfo de México
Se ha cumplido un año desde que ocurrió
el accidente de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon, que causó el
peor desastre medioambiental en aguas de Estados Unidos, un vertido de crudo
en el golfo de México cuyas consecuencias aún perduran. Aprovechando el
fatal aniversario, la organización Greenpeace ha publicado un informe en el
que resume las condiciones medioambientales en las que ha quedado la zona.
Pero el informe trata mucho más. Repasa toda la historia del accidente,
empezando por algunas decisiones erróneas que se tomaron en las semanas
previas. La más importante, que el presidente de Estados Unidos, Barak
Obama, tan sólo tres semanas antes de que se produjera el desastre de la
plataforma petrolífera perteneciente a la empresa británica BP, anunció que
se iniciarían actividades de perforación petrolífera en alta mar a lo largo
de la costa este de Estados Unidos, desde Virginia hasta Florida, así como
en la zona oriental del golfo de México. Con ello, se puso fin a décadas de
moratoria. También se comenzaron a realizar estudios previos para perforar
en alta mar en los mares de la costa norte de Alaska.
Esta decisión, se tomó para reducir la independencia de las exportaciones de
petróleo, así como para generar ingresos por la venta de contratos de
concesión en alta mar y lograr apoyo político para una legislación integral
en materia de energía y cambio climático. Dinero y poder. Nada nuevo. Esta
decisión tenía en contra tanto a grupos ecologistas como a muchos
responsables políticos de las regiones del golfo de México. El tiempo les
daría la razón.
Tres semanas después del anuncio del presidente Obama, una de esas
plataformas, la Deepwater Horizon, situada a 60 kilómetros de la costa de
Luisiana, explotó y se incendió, provocando la muerte de once trabajadores y
heridas a otros dieciséis. Dos días más tarde la plataforma se hundió,
provocando la rotura de la tubería de elevación de la boca del pozo. Desde
ese momento, enormes cantidades de petróleo comenzaron a fluir desde el
lecho marino. El resultado ya lo conocemos: el vertido de petróleo más grave
de la historia de los Estados Unidos.
Durante los siguientes meses, se trató de tapar sin éxito el punto de fuga.
Hasta septiembre no se consiguió por completo. Muchas personas trabajaron
durante días de manera ininterrumpida para controlar el vertido y evitar una
tragedia aún mayor. (Algo que, lamentablemente, recuerda a lo que se vive en
Fukushima en estos días.) Mientras, las cifras oficiales, como suele ocurrir
en estos casos, minimizaban el impacto del accidente, falseando cifras y sin
analizar a fondo el estado en el que quedó el ecosistema del golfo.
BP no realizaba mediciones precisas de la cantidad de petróleo vertido al
mar, quizá para reducir el importe de las sanciones que tendría que pagar.
Se trataba también de ganar tiempo en los tribunales, mientras se calculaba
el coste medioambiental del desastre para, después, calcular el coste que la
empresa petrolera debería pagar.
En un primer momento, la compañía estimó que el petróleo se vertía a razón
de unos mil barriles por día. Pero a finales de abril, la estimación del
Gobierno de Estados Unidos ya había incrementado esa cifra a cinco mil
barriles al día. Por su parte, el oceanógrafo de la Universidad Estatal de
Florida, Ian MacDonald, realizó su propio cálculo aproximado utilizando
imágenes por satélite. MacDonald concluyó que el vertido podía ser cuatro o
cinco veces mayor que la estimación del Gobierno. Kent Wells, vicepresidente
primero de BP, declaró que no se podía de medir la cantidad de crudo que
salía del tubo. La empresa BP, desde el primer momento, no asumió sus
responsabilidades. En diciembre, muchos meses después del comienzo del
desastre, la propia BP calculaba que la cantidad de petróleo vertido podría
haber sido entre un 20 y un 50% menos que las estimaciones oficiales del
Gobierno (de 4,9 millones de barriles).
Consecuencias para el medio ambiente
Pero no se trata de ver quién calcula con más exactitud la cantidad de
petróleo vertido. El daño medioambiental es incalculable y durará varios
años. Por ello, BP financió a investigadores dispuestos a trabajar dentro de
los criterios dados por la compañía. Afortunadamente, no todos los
científicos aceptaron dichas ofertas. Además, varios investigadores
independientes se encontraron con la negativa de BP a su petición de acceso
a los datos y los investigadores de la Universidad del Sur de Florida
declararon que se les ordenó callar.
Por ello, Greenpeace envió un barco a la zona, el Arctic Sunrise, y lo puso
a disposición de los científicos independientes. Aún no se han alcanzado
todas las conclusiones. El análisis requiere su tiempo. Pero algunas
conclusiones son evidentes. Por ejemplo, las misteriosas manchas naranjas en
algunas de las muestras de larvas, que no son otra cosa que petróleo o
dispersante. Esto significa que se está produciendo la entrada de los
contaminantes en la cadena alimentaria. Otros estudios indican una menor
presencia de cachalotes en las proximidades de la zona. Varios meses
después, aún había petróleo en las aguas y sedimentos del Golfo. Además,
había una deficiencia de oxígeno en las aguas del Golfo. Así mismo, algunos
científicos creen que una buena parte del crudo se ha ido asentando en el
fondo del mar.
Aquí no ha pasado nada
El 3 de abril de 2011, los medios de comunicación británicos informaron que
BP había negociado un acuerdo con el Gobierno de Estados Unidos por el que
pueden continuar con la perforación en aguas profundas en el golfo de
México. Las actividades se podrían reanudarse a partir del verano de 2011,
poco más de un año después del gran desastre medioambiental
Publicado por Web Ecoportal.net (26/04/11).