Río de Janeiro crea su mercado de reforestación
En una de las regiones más devastadas de la Mata
Atlántica de Brasil, un proyecto pretende reforestar una cuenca hidrográfica
esencial para abastecer de agua a Río de Janeiro y crear, al mismo tiempo,
un mercado de reforestación que estimule el empleo y el consumo local.
Gilberto Pereira, director ejecutivo del no gubernamental Instituto Terra de
Preservación Ambiental (ITPA), dijo a IPS que la iniciativa que llevan a
cabo en Miguel Pereira, un municipio del sur del estado suroriental de Río
de Janeiro, nació con un doble objetivo: que tenga una gran relevancia
regional y que genere ganancias.
El Área de Protección Ambiental del Río Santana fue seleccionada porque su
cuerpo de agua es uno de los principales afluentes del río Guandú, que
abastece de agua a 80 por ciento del área metropolitana de la ciudad de Río
de Janeiro, habitada por 10 millones de personas.
La deforestación progresiva está comprometiendo tanto la calidad como la
producción de agua, porque solo queda 30 por ciento de cobertura forestal
original.
Además, es un área estancada económicamente. En el pasado se deforestó para
crear pastizales de ganado y con ello impulsar un desarrollo sólido, pero
actualmente "tenemos una economía parada en la región", explicó Pereira.
Por eso, al crear un mercado de reforestación "podemos además de reforestar
las áreas devastadas, generar empleo y agua", resumió.
La estrategia fue contratar trabajadores del lugar, que tenían empleos
precarios o estaban desocupados. Los 35 hombres y mujeres tienen ahora un
contrato formal y beneficios laborales, ganan mucho más que el salario
mínimo y no deben recorrer enormes distancias para llegar a su trabajo.
En la reforestadora Eurilene Martín se concentran todos los objetivos del
proyecto. Se define como "madre y padre al mismo tiempo" porque debe criar
sola a sus hijos, trabajaba como empleada doméstica en la ciudad, lo que la
obligaba a recorrer largas distancias, y había perdido su casa a orillas del
río Santana por los efectos de la deforestación.
"Yo sabía que sin la protección de los árboles, el barranco iba a ceder a
medida que lloviera. Y así ocurrió: la tierra se precipitó como una
avalancha sobre mi casa", contó a IPS.
Ahora Martín trabaja para que eso no vuelva a ocurrir, gana un buen salario
y hace algo que "me produce un gran placer". "Esto no es trabajo, es un
proyecto de vida", ilustró, poco antes de cargar en un camión junto con
otros trabajadores pequeños árboles nativos de la Mata Atlántica para llevar
a las áreas deforestadas.
El vivero está en un terreno del Sindicato de Ferroviarios, que junto con el
del sector de telefonía presta las instalaciones para colaborar con la
iniciativa.
Marilene Ramos, secretaria de Medio Ambiente del estado, subrayó que los
propietarios rurales también hacen su aporte, al autorizar el plantío en sus
tierras y comprometerse a no deforestar.
La cuenca del Guandú tiene inclusive la primera experiencia de pago de
servicios para el ecosistema. "Los propietarios que ceden el área para la
reforestación, que reforestan o que preservan los remanentes forestales,
reciben dinero, en pagos semestrales, por esa preservación", explicó a IPS.
Para contribuir a la creación de ese mercado ecológico que cita Pereira, se
utiliza también mano de obra del lugar para la siembra y recolección de
semillas.
El estímulo produce sus frutos. En apenas tres meses los reforestadores
plantaron unos 100.000 árboles nativos, entre ellos el nacional del país
desde 1978: el palo Brasil (caesalpinia echinata).
Se trata de una especie amenazada de extinción. Algunos historiadores dicen
que su explotación para extraer el colorante que se utilizaba para la
tintura roja de telas o pintura llamada brasilina, fue la primera actividad
de los portugueses en estas tierras, cuando llegaron en el siglo XVI.
"Yo escuchaba en la televisión sobre el Pau (palo) Brasil y estaba loca por
saber como era. Y ahora soy yo la que lo planto y lo cuido. Estoy del otro
lado de la televisión", bromeó orgullosa Martín.
Los pequeños árboles llegan hasta su destino, en lo alto de los cerros
deforestados, en camión y siguen a lomo de caballo por los trechos más
inaccesibles.
El lodo dejado as por jornadas precedentes de lluvia dificultó la subida el
día que IPS acompañó a los trabajadores. Pero en la cima y en las laderas
peladas de lo que alguna vez fue la Mata Atlántica, uno de los biomas más
ricos del planeta, los reforestadores realizan sin pausa su tarea casi
arqueológica de recuperar la biodiversidad del pasado.
Descargan los árboles del caballo, cavan un pequeño hoyo y con cuidado
siembran lo que Martín describe como "el futuro". "Cada árbol es la
esperanza de que algún día todo mejore", se emocionó.
Vida desde el agua. Con la reforestación se evitará la erosión del terreno,
y por lo tanto los desmoronamientos en el lecho del río. Se evitará también
que se sequen las nacientes y mejorará la calidad del agua que tomarán los
habitantes de Río de Janeiro.
El cálculo del ITPA es que con lo que la planta de tratamiento de agua gasta
en un trimestre para limpiar sus impurezas, se podría pagar un año a todos
los propietarios rurales de la Cuenca del Guandú.
"El río tiene hoy problemas de desbarrancamiento y de erosión muy
acentuados. La vegetación ribereña contribuye a reducir ese problema de la
sedimentación, de la erosión de la cuenca", explicó Ramos.
Para el ITPA la iniciativa es un ejemplo de que preservación y desarrollo
social no son contradictorios.
Al mismo tiempo que se contribuye a mejorar la calidad del suelo, a
equilibrar el microclima regional, a combatir el calentamiento global
mediante la captura de carbono y a mejorar la calidad del agua potable, la
reforestación "permite una renta mensual mayor para decenas de familias",
explica en varios documentos.
Un cambio que a su vez genera mayor actividad del comercio local, en una
economía activa que además contribuye a evitar el tradicional éxodo del
campo a la ciudad en busca de fuentes de empleo, argumenta.
Publicado por Web
Ecoticias.com(13/12/10).