Aprender a vivir en el siglo XXI
 

 

Por Oswaldo de Rivero

Desde el primer siglo de la era cristiana hasta que se inventó la maquina a vapor, la humanidad vivió al ritmo de la energía muscular animal y también humana. Los seres humanos que vivieron bajo el Imperio Romano y los que vivieron, diecisiete siglos después, durante la época de la revolución francesa, viajaban a caballo, utilizaban animales de tiro, tenían esclavos, navegaban con el viento, usaban para alumbrarse lámparas de aceite y candelabros, hacían fuego con leña, caminaban buenas distancias y se comunicaban por cartas que tomaban hasta meses en llegar. Entre los hombres del primer siglo AD y los de fines del siglo XVIII no había así gran diferencia en el uso de la energía.

Esta sociedad agraria que duraba siglos cambió totalmente a partir del siglo XIX con la revolución industrial impulsada por energías fósiles, como el carbón y el petróleo, que al ser baratas, permitieron un gran progreso, material que hizo surgir, durante el siglo XX, una sociedad industrial opulenta de gran consumo que se convirtió en el paradigma de desarrollo para todas las naciones.

Cuando todo parecía indicar que este progreso material, que solo tenía unos 170 años, no tendría fin, apareció, a comienzos del siglo XXI, lo que se denomina en la teoría del caos, un Black Swan (Cisne Negro), es decir, un evento inesperado y de gran impacto que destruyó el paradigma de la sociedad opulenta de gran consumo y progreso material sin límites. Sucedió que se hizo físicamente evidente que la sociedad opulenta de consumo, adicta al petróleo, se había convertido en un peligro para el futuro de la especie humana porque sus emisiones de CO2 estaban cambiando el clima del planeta.

La aparición de este Black Swan puso así en duda la ideología del progreso material sin limites ecológicos, incrustada durante todo el siglo XX, en los enfoques industrialistas, tanto comunista como la capitalista. Fue además tan repentino este acontecimiento que la misma ciencia económica, que era la que predicaba el crecimiento perpetuo de la producción y del consumo, quedo dislocada de la realidad, ya que se hizo evidente que, si todos los países subdesarrollados se desarrollaban y consumieran como los países industrializados, el planeta se volvería inviable para la especie humana. La llamada “ciencia económica” no calculó este Black Swan, ni tampoco cómo comprar otro planeta para poder continuar con su teoría de un crecimiento económico sin limites ecológicos.

La sociedad opulenta, de consumo masivo devorando petróleo barato y vomitando CO2 dejó así de ser un paradigma. En efecto, si seguía aumentando sus emisiones de este gas, la temperatura de la Tierra subirá en este siglo más de dos grados y los glaciales se derretirán totalmente. Esto agudizaría la ya existente escasez de agua y ello haría subir aun más el costo y el precio de los alimentos. También esta alza de temperatura produciría el desprendimiento de grandes masas de hielo de los Polos, lo cual alzaría el nivel del mar provocando inundaciones de costas, estuarios y puertos, creando millones de refugiados ecológicos.

La insostenibilidad de la sociedad opulenta de consumo con petróleo barato se reforzó aun más porque los 90 millones de barriles diarios de petróleo, que se necesitaban para que esta sociedad funcionara, se volvieron caros, pasaron de 23 dólares a 100 dólares. Según la opinión de calificados expertos esto se debió, no solo a la especulación, sino a que las reservas mundiales de petróleo están bajando y su producción habría llegado ya a su “peak” (al máximo) y dentro de 15 años comenzaría inexorablemente a declinar y hacerse mas caro por la enorme demanda de petróleo que produce la imparable urbanización planetaria.

Así, con una energía fósil que emite gases que recalienta el planeta, que será cada vez más cara, y que no tiene posibilidades de ser sustituida por energías renovables baratas, la sociedad de gran consumo y de despilfarro será progresivamente dejada de lado por un estilo de vida con patrones de consumo mucho mas moderados. Pero, también, se irá transformando peligrosamente en una era de escasez y encarecimiento de otros recursos indispensables como el agua y los alimentos, no solo por el alza del petróleo, sino también como consecuencia del explosivo aumento de la población urbana y del cambio climático.

Los dirigentes de los países desarrollados que saben que el petróleo será escaso y caro y que, en los próximos 20 años, no habrá una sola energía renovable, ni una combinación de todas, que puedan reemplazarlo, están creando en sus países toda una cultura de ahorro de energía con políticas que promocionan bicicletas eléctricas, autos híbridos y también eléctricos, lámparas de luz y cocinas que “aniquilan” watios, interruptores de luz con relojería que la apagan después de ser programados. También están subvencionando el uso de la energía solar y eólica en domicilios privados y pequeñas colectividades, ya que todavía no es posible producir estas dos energías renovables en cantidades indústriales, no solo por su alto precio y la dificultad de almacenarla, sino también debido al gran espacio que ocupan los paneles solares y las torres eólicas para dar energía a toda una ciudad. En ambos casos, se espera que con la ayuda de la nanotecnología, en los próximos decenios se reduzca el tamaño y lo precios de los paneles y de las torres eólicas.

A pesar de que la gran mayoría de los países subdesarrollados viven ya sin seguridad energética, esta cultura de economizar energía, les es todavía extraña. Al parecer, sus dirigentes ignoran que sus países pueden volverse inviables si no saben enfrentar los graves problemas energéticos que ya amenazan a la humanidad. También, parecen que no se dan cuenta que sus países están ubicados entre el Trópico de Cáncer y el de Capricornio, la zona del planeta que más energía solar recibe, y que por lo tanto, tienen que comenzar a apostar por esta energía que les cae gratuita desde el espacio. En consecuencia, deberían interesarse mucho por la energía solar, seguir desde ahora los avances tecnológicos que abaratan su precio para estar listos a usarla masivamente y lograr así seguridad energética.

También el crecimiento explosivo de la población urbana en el planeta, cuya tasa de crecimiento es casi dos veces la tasa de los nacimientos en el mundo, está causando escasez de agua. Según Naciones Unidas hoy existen 2000 millones de personas viviendo con escasez de agua. En el año 2020, cuando el 70% de la población del la Tierra sea urbana, habrán casi 3000 millones viviendo en estas condiciones.

Las Naciones Unidas consideran también que para llevar una vida saludable se necesita un acceso mínimo a 2,000 metros cúbicos de agua potable al año. Hoy, existen ya 20 países cercanos a este límite de supervivencia, y entre ellos, está el Perú.  Sino se remedia esta escasez y la población urbana sigue creciendo, las megalópolis en zonas áridas como Lima, Amman, el Cairo, Casablanca y Túnez, serán las primeras en sufrir los efectos devastadores que producirá la escasez de agua en este siglo. Sin embargo, no serán las únicas, más tarde se les unirán otras megalópolis de China, India y Africa.

Para los 20 países que ya registran el más bajo consumo de agua per-cápita en el mundo, la seguridad hídrica debe ser un objetivo de supervivencia nacional. Tienen que buscar nuevas fuentes de agua, economizar, descontaminar, recobrar agua de la lluvia, captar agua de la humedad, reciclar la disponible. Además, deben darle un uso equitativo al agua, es decir, no pueden seguir urbanizando ciertas zonas urbanas, de altos ingresos al estilo Beverly Hills, construyendo canchas de golf y plantando en grandes espacios privados y públicos, grass y otras plantas, que absorben mucha agua.

En el futuro próximo, el agua se convertirá en el recurso tan estratégico como el petróleo y la lucha por su posesión producirá conflictos domésticos e internacionales. Además, no debe haber la menor duda de que, en los próximos años, la muy baja cantidad y calidad de agua disponible per-cápita será el indicador internacional más preciso para identificar qué países son definitivamente inviables, debido a que no disponen del recurso más elemental para sobrevivir en este planeta.

También el crecimiento de la población urbana del planeta está poniendo presión en los alimentos. Según el Estudio Vital Sings del Worldwatch Institute, la expansión urbana de la humanidad está usando 2.2 hectáreas globales de tierra agrícola productiva por persona a pesar de que hoy solo existen disponibles 1.8 hectáreas por persona.

Hoy todos los países que, como el Perú, son importadores netos de alimentos deben tener presente que éstos van a ser caros porque la tierra agrícola per cápita en el planeta está disminuyendo. Los suelos, no solo han sido devorados por una imparable urbanización planetaria, sino que no producen como antes por haber sido saturados de fertilizantes, tener salinidad por malas irrigaciones y sufrir erosión por deforestación. Además, van a sufrir sequías y lluvias torrenciales como consecuencia del recalentamiento climático. Según un reciente estudio del Carnegie Institute, el alza de la temperatura afectará las más importantes cosechas de cereales del mundo afectando la seguridad alimentaria de los países importadores netos de alimentos. Una aprueba fehaciente de esto son las negociaciones que han emprendido Arabia Saudí, Corea del Sur y China, para comprar grandes extensiones de tierras en el Africa para producir alimentos y no perder así su seguridad alimentaria.

También, los precios de los alimentos van aumentar porque los países más poblados de la tierra, China e India, debido a su expansión urbana y a la erosión y salinización de sus suelos, comenzarán a importar masivamente alimentos en este siglo. Es por esto que, desde ahora, los países que son importadores netos de alimentos deben establecer una política nacional de seguridad alimentaria. Igualmente, tener políticas de ayuda a sus agricultores como lo hacen los Estados Unidos y la Unión Europea. Asimismo, promover pequeñas granjas urbanas, como lo están haciendo muchos países desarrollados, por que de otra manera no tendrán más opción que mendigar ayuda alimenticia para evitar la turbulencia social que producirá el encarecimiento de los alimentos.

Hoy la urbanización planetaria y el cambio climático están creando una nítida tendencia mundial hacia una escasez de energía, agua y alimentos. Vencer esta escasez será decisivo para la supervivencia de los 39 países, que ahora combinan los más bajos consumos per-cápita mundiales de energía, agua y alimentos con las más altas tasas de crecimiento de su población urbana.(6) Estos países tendrán que establecer Pactos Nacionales por la Supervivencia, con metas precisas para lograr seguridad energética, hídrica y alimentaría.(7) Esto obliga a una gran y desinteresada concertación democrática nacional para evitar que la progresiva escasez de agua, de alimentos y de energía, se transforme en una gran falla sísmica ecológica, que sacuda con fuertes sismos sociopolíticos a estos 39 países y los convierta en entidades caóticas ingobernables.