¿Es viable el desarme atómico?
Por Erik Struyf Palacios
Corresponsal del diario El Comercio
Bruselas. El jueves 24 el Consejo de Seguridad (CS) de la ONU adopto, por
iniciativa de Barack Obama, una resolución histórica que invoca a trabajar por
un mundo sin armas atómicas. Después de haber permanecido relegado en la agenda
internacional, el desarme nuclear se convierte nuevamente en una prioridad para
la seguridad del planeta. Aunque el proyecto es todavía impreciso ha sido
recibido con entusiasmo en vastos ámbitos de la diplomacia mundial. Pero las
propuestas de Washington también provocan escepticismo y desconfianza.
En la actualidad existen alrededor de 24.000 armas nucleares en el mundo. El uso
de solo una pequeñísima parte de ellas bastaría para hacer desaparecer a la
especie humana de la faz de la tierra, para siempre. Aunque la posibilidad de
una guerra nuclear entre potencias del calibre de EE.UU. y Rusia hoy solo anida
en los libros de ficción, la amenaza atómica sigue constituyendo un riesgo real
y preocupante: “Mas de 2.000 armas nucleares están listas para ser operadas en
unos minutos. Sus sistemas de control los manejan hombres y maquinas y, por
tanto, son falibles. Tampoco se puede descartar la posibilidad de un accidente
durante su transporte. Y existe el riesgo de que caigan en manos de
organizaciones terroristas”, resume Sico Van der Meer, experto en Seguridad del
Instituto holandés en Relaciones Internacionales Clingendael.
Otro peligro latente: que dentro de unos años, visto que las armas nucleares son
cada vez menos inaccesibles, en lugar de 8 potencias atómicas haya 12 o 15. La
semana pasada el mundo se entero de que Irán sigue avanzando en sus aspiraciones
nucleares al destaparse que construye una segunda planta para enriquecer uranio.
El experto francés Bruno Tertrais, de la Fundación para la Investigación
Estratégica, teme que si Teheran llegara a hacerse de la bomba atómica no solo
multiplicaría su influencia en Medio Oriente, sino que conduciría a otros países
a ambicionar armas nucleares.
Hasta hoy el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) de 1968, suscrito por 189
países, había logrado su objetivo de evitar un desbande de estas
características: “No se puede decir que el TNP sea un fracaso, ya que ha
impedido que decenas de países obtengan armas nucleares. Solo han surgido 4
nuevos actores nucleares en estas cuatro décadas”, puntualiza el analista del
Clingendael. Pero la promesa de los 5 estados nuclearmente armados (inscrita en
el tratado) de negociar para lograr la reducción y la eliminación de sus
arsenales ha quedado incumplida. Después de una ola de recortes considerables
efectuados al final de la Guerra Fría, la cantidad de armas atómicas de EE.UU. y
Rusia ha permanecido casi intacta y sigue contándose por miles. La Guerra del
Golfo, el desangramiento de los Balcanes, el 11 de setiembre y la lucha contra
el terrorismo sirvieron de excusa para no preocuparse por el desarme nuclear.
Nueva Era
En abril, apenas llegado al poder, Barack Obama pronuncio un conmovedor discurso
en Praga en el que instaba a luchar por un mundo sin armas atómicas. No pocos
tacharon de ingenuo su pedido. Otros muchos clasificaron su intervención en el
cajón de las arengas demagógicas. Un tercer grupo comprendió que detrás del
sueño del presidente se oculta un objetivo de corto plazo: doblegar a Irán. En
los meses que siguieron la diplomacia de EE.UU. desplegó una intensa actividad
para que Obama, en su cita con el CS el jueves pasado, pudiese verter sus
apariciones en forma de resolución.
La nueva administración estadounidense estconsciente de que una política de
doble rasero que aboga por la no proliferación pero al mismo tiempo se opone a
la abolición de las propias armas atómicas esta condenada al fracaso. La
Resolución 1887 del 24 de setiembre pide a los países que no han suscrito el TNP
que lo hagan, so pena de vérselas con el CS, preconiza la negociación de un
acuerdo que prohíba la producción de material fisible, pero además convoca a la
reducción de los arsenales nucleares a través de la elaboración de un tratado de
desarme general y completo bajo estricto control internacional.
La estrategia: EE.UU. pretendería convencer los díscolos (Israel, India,
Pakistán) y acorralar a las ovejas descarriadas (Irán, Corea del Norte) con el
respaldo de la comunidad internacional. Pero para ganarse ese respaldo
Washington tendrá que ser consecuente y recortar drásticamente el número de
artefactos nucleares. Por cuestiones de equilibrio estratégico, tal tarea esta
sujeta a una condición: que Rusia, la segunda potencia nuclear, se comprometa a
eliminar una parte proporcional de su arsenal atómico.
“No cabe duda de que el primer paso concreto e indispensable para apuntar a un
mundo sin armas nucleares consiste en que EE.UU. y Rusia efectúen una reducción
muy significativa de sus cabezas atómicas”, confirma Greg Austin del East West
Institute de Bruselas. El 5 de diciembre expira Start I (siglas en ingles de
Conversaciones sobre Reducción de Armas Estratégicas), el acuerdo firmado por
Mijail Gorbachov y George H.W. Bush en 1991 que permite la inspección y el
control del stock nuclear de Moscu y Washington y apunta a su reducción. Ambas
capitales coincidieron en informar hace unos días que negociaran en breve la
continuación y profundización del trato.
Con la suspensión del proyecto de escudo antimisiles en Europa del Este,
anunciada por Obama, quedo eliminado el principal obstáculo para llegar a
tratativas fructuosas en la nueva fase de Start. Una negociación exitosa entre
el Kremlin y la Casa Blanca podría ser un buen augurio para la conferencia de
revisión del TNP de mayo del 2010. La mayoría de expertos considera que un
futuro sin armas atómicas es casi una utopia. Pero un mundo que se empeñe en
disminuir drásticamente los arsenales nucleares e impedir la proliferación de
las bombas habrá dado un paso en la buena dirección.