En 1866, Alexander Parkes fundó en el East End de Londres una fábrica para producir parkesina, considerado el primer plástico del mundo. Hoy, una startup llamada Notpla, también basada en esa zona, busca emular su espíritu innovador, aunque con un enfoque diferente: su material no está diseñado para perdurar y, en lugar de derivarse de combustibles fósiles, se produce a partir de algas marinas. Este producto ya se utiliza en contextos como el Emirates Stadium, donde los fanáticos disfrutan de alimentos servidos en bandejas que se descomponen en seis semanas. Notpla es parte de un creciente grupo de empresas que experimentan con polímeros naturales como algas, maíz, setas y desechos agrícolas, promoviendo alternativas sostenibles al plástico tradicional.
Un ejemplo adicional es Traceless, una startup alemana que fabrica productos compostables como cubiertos, mientras empresas como IKEA han explorado empaques a base de setas. Este esfuerzo responde a una crisis global: según la OCDE, en 2024 se producirán unas 500 millones de toneladas de plástico, de las cuales solo un 10% será reciclado, mientras el resto acabará en basureros o ecosistemas acuáticos. Esta problemática genera el 3% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, superando incluso a la aviación.
En respuesta, la ONU ha avanzado en la redacción de un tratado global vinculante para reducir el impacto ambiental del plástico, el cual podría entrar en vigor el próximo año. Este acuerdo busca establecer normas globales, facilitando a las empresas multinacionales la adaptación a regulaciones homogéneas y reduciendo la complejidad que enfrentan actualmente con diversas normativas locales. Algunas medidas ya implementadas incluyen diseños que aseguran el reciclaje de botellas plásticas, como lo requiere la Unión Europea.
Desde 2018, una coalición de empresas que representa el 20% del envasado global ha logrado reducir en un 3% su uso de plástico virgen. Sin embargo, esto es insuficiente frente a su meta del 18% para 2025. En este contexto, firmas como Nestlé han creado centros de investigación en envases sostenibles, y los inversores de capital de riesgo han destinado grandes sumas a startups en este sector, alcanzando un financiamiento tres veces mayor que en los cinco años previos.
Este panorama refleja un esfuerzo colectivo por reimaginar el envasado, un sector que constituye un tercio de la producción plástica global, gran parte de la cual no es reciclable. Si bien los avances tecnológicos y las innovaciones empresariales son alentadores, el desafío de reducir significativamente los residuos plásticos exige mayor adopción de alternativas sostenibles y un compromiso global concertado.
Autor: The Economist., Fuente: Diario Gestión - pag.23. 05 de diciembre del 2024.