En el universo postapocalíptico de "Mad Max", Gas Town ocupa un lugar estratégico gracias a su abundancia de combustibles fósiles, lo que le otorga un poder crucial en un contexto de violentos conflictos motorizados. Aunque el escenario de esas películas está muy lejos de la realidad, el gas natural podría jugar un papel igualmente relevante en las disputas comerciales que podrían intensificarse con el retorno de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos en enero próximo. Este recurso energético, que ha situado a Estados Unidos como una superpotencia exportadora, transformó el mercado global, pero también podría convertirse en un foco de tensiones económicas y geopolíticas.
El crecimiento de las exportaciones de gas estadounidense, especialmente en forma de gas natural licuado (GNL), ha sido notable en los últimos años. Este tipo de combustible, al no depender de ductos, puede ser enviado a mercados de todo el mundo. Trump, en sintonía con su enfoque de desregulación y apoyo al sector energético, prometió revertir las restricciones impuestas por su predecesor, Joe Biden, respecto a la construcción de nuevas instalaciones para la exportación de GNL. Sin embargo, su política comercial proteccionista podría generar conflictos con algunos de los principales socios comerciales de Estados Unidos, quienes son también los principales compradores de este recurso.
Trump ha planteado aranceles generales de entre el 10% y el 20% a las importaciones, con mayores tarifas para bienes provenientes de China, México y otros países. Este enfoque afectaría indirectamente a las exportaciones de GNL, ya que la mayoría de los destinos de este combustible, como Japón y Corea del Sur, mantienen superávits comerciales con Estados Unidos. En el caso de Europa, principal destino del GNL estadounidense tras la crisis energética derivada de la invasión de Rusia a Ucrania, la situación podría ser más delicada. Aunque Europa ha buscado reducir su dependencia del gas ruso, los nuevos proveedores globales de GNL y la transición hacia energías renovables podrían debilitar su necesidad de recurrir al gas estadounidense en el futuro cercano.
Entre 2025 y 2028, se espera una expansión significativa de la capacidad global de exportación de GNL, impulsada por nuevas instalaciones en Estados Unidos, Canadá, Catar y África. Esta mayor oferta global reducirá los precios del gas y limitará el poder de negociación de los productores estadounidenses, especialmente si Europa, su principal cliente actual, continúa diversificando sus fuentes de energía. De hecho, se proyecta que la demanda europea de gas caerá un 11% para 2030, lo que podría abrir la puerta a medidas de represalia comercial, como la imposición de aranceles a las importaciones de gas estadounidense.
Esta dinámica no solo afectará las relaciones comerciales internacionales, sino también la rentabilidad de las inversiones en infraestructura para exportación de GNL en Estados Unidos. Según estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía, el precio necesario para que el GNL sea competitivo frente al carbón sería significativamente inferior al nivel actual, lo que pone en riesgo las expectativas de crecimiento del sector. Si los precios caen drásticamente y los mercados tradicionales de GNL estadounidense se reducen, los productores tendrán que buscar alternativas en mercados emergentes, como India, pero enfrentarán desafíos para competir con otras fuentes de energía más económicas.
En este escenario, las previsibles guerras comerciales y la sobreoferta de gas podrían frustrar a los exportadores estadounidenses y generar tensiones internas entre los aliados de Trump. Esto podría convertir al gas en un elemento central no solo de la política económica global, sino también de los conflictos políticos domésticos en los Estados Unidos.
Autor: The Economist. Fuente: Diario Gestión- pag.22, 26 de noviembre del 2024.