Estamos muy orgullosos como peruanos al reconocer que Dios ha bendecido a los Andes con un tubérculo milenario que se ha convertido en un alimento esencial en mesas de todo el mundo. Nos enorgullece contar con cerca de 3,000 de las 5,000 variedades de papa existentes globalmente. También estamos orgullosos de que las papas nativas, con sus diversas formas y colores, sean servidas en los restaurantes más sofisticados, sorprendiendo a los comensales dispuestos a pagar altos precios por disfrutar de esta herencia ancestral.
En este contexto, la papa se erige como la base de la economía de numerosas familias en los Andes peruanos, lo que nos lleva a analizar su impacto económico a través de cifras:
- Hay 711,000 productores, de los cuales el 90% se encuentra en la sierra.
- Se cultivan 342,000 hectáreas, de las cuales el 99% es manejado por pequeños y medianos productores que controlan el 69% del área total; el 1% de los grandes productores controla el 31%.
- La producción anual alcanza las 5.7 millones de toneladas.
- Representa el 6.5% del valor bruto de la producción agropecuaria.
- El rendimiento promedio es de 16.6 toneladas por hectárea.
- El precio en chacra varía entre S/0.40 y S/1.30 por kilo.
- En la sierra rural, el 44% de la población vive en situación de pobreza monetaria.
- Las tasas de anemia en niños de 5 a 59 meses (año 2021-2022) son alarmantes: 40.6% en Huánuco, 40.2% en Ayacucho, 36.3% en Junín y 45.2% en Pasco.
Un aspecto importante es que la producción de papa está fragmentada entre miles de pequeños productores, mientras que la agricultura en Perú ha prosperado cuando se ha desarrollado a gran escala y orientada hacia el mercado internacional. Ejemplos de ello incluyen las extensas plantaciones de algodón y caña de azúcar en el pasado, y en la actualidad, el arándano, la palta y el espárrago.
Sin embargo, estas cifras evidencian que el orgullo por la diversidad de la papa no resuelve la pobreza que afecta a miles de peruanos dependientes de este cultivo. Si el Estado busca erradicar la pobreza y, por ende, la anemia infantil, así como mejorar la salud y las capacidades de nuestros niños, es imperativo explorar alternativas más allá del cultivo de papa y transformar una economía de subsistencia en una economía robusta y en crecimiento.
Contamos con una variedad de climas privilegiados, agricultores que poseen conocimientos ancestrales transmitidos de generación en generación y una notable capacidad de trabajo. Tienen la experiencia, la tierra y el clima necesarios; por lo tanto, la solución radica en los productos, la productividad y el acceso al mercado. Esto requiere mejorar la conectividad y facilitar el acceso al consumidor, lo que implica no solo investigación y desarrollo, sino también una urgente inversión en infraestructura.
En términos de productividad, la producción promedio de papa por hectárea es de aproximadamente 16 toneladas, mientras que el promedio mundial es de alrededor de 25 toneladas, y algunas variedades excepcionales pueden alcanzar entre 40 y 70 toneladas por hectárea. Acercarnos a la media mundial podría significar un aumento del 50% en la economía. Para lograrlo, es esencial autorizar el cultivo de mejores variedades de semillas e invertir en investigación y desarrollo.
En una era donde la inteligencia artificial está comenzando a dominar los datos globales, los viajes espaciales se están convirtiendo en turismo, y el metaverso se transacciona por millones, Perú, como una de las grandes despensas del mundo, debe aprovechar las oportunidades del progreso y transformar radicalmente sus procesos actuales. Necesitamos pensar de manera innovadora y ofrecer alternativas inteligentes. No podemos permanecer atrapados en una economía andina tradicional que perpetúa la pobreza entre sus habitantes. Es fundamental facilitar el cambio y abandonar las prácticas que solo nos hacen sentir orgullosos de la variedad de tubérculos a expensas de la desnutrición y la anemia en nuestros niños del Ande.
Autor: José Ignacio de Romaña. Fuente: Diario Gestión- pag.12, 18 de setiembre del 2024.