Y EL NIÑO GLOBAL YA LLEGÓ


Es raro que en California ocurra el tipo de huracanes y tormentas que rutinariamente azotan Florida, Luisiana y Texas. Pero el 20 de agosto, la tormenta tropical Hilary provocó lluvias sin precedentes que inundaron los áridos valles de ese estado. Inmediatamente después, una cúpula de calor se formó en gran parte del sur estadounidense y comenzó a avanzar hasta la zona de los Grandes Lagos, en la frontera con Canadá.

Esta temporada casi no ha pasado un día sin alguna noticia sobre temperaturas extremas en el mundo, lo que genera inquietud en torno a cómo será cuando el clima se caliente más. Para agravar la alarma, la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos anunció el arribo de El Niño global, un fenómeno que se presenta cada dos a siete años y eleva las temperaturas del planeta.

Por ello, es muy posible que este sea el año más caluroso que se tenga registro, y que el 2024 lo sea aún más, con temperaturas que se acerquen a 1.4 °C por encima de los niveles previos a la era industrial. Regiones tropicales sufrirán perjudiciales inundaciones y otras, sequías, con serias consecuencias para el suministro de alimentos, además de propagación de enfermedades. Al igual que con el cambio climático, el momento de prepararse para los trastornos que ocasionará El Niño es ahora.

Según los pronósticos, es probable que sea de gran intensidad. El último ciclo similar tuvo lugar en 2014- 2016 y fue funesto en los países que golpeó más fuerte. Las sequías redujeron la producción de alimentos en Sudáfrica a su nivel mínimo en 20 años y desató una de los peores olas de incendios forestales en la historia de Indonesia. Asimismo, el incremento del calor y la humedad en Sudamérica esparció enfermedades, entre ellas, el peor brote del virus del zika en 65 años.

Un motivo para que se estime que los efectos de El Niño actual serán severos es que el calentamiento global es mayor. Aunque recién se está manifestando estos fenómenos atmosféricos le deben su nombre al Niño Jesús, ya que tienden a alcanzar su pico en época navideña, ya ha causado problemas en la mayor industria pesquera del mundo, en el Perú, dado que las anchovetas han huido de sus aguas. También ha sacudido el mercado internacional de arroz, pues India ha prohibido de manera preventiva exportar el grueso de sus cosechas. Las agencias humanitarias han alertado de las amenazas a la seguridad alimentaria y la salud, así como de brotes de enfermedades como malaria, dengue y cólera en extensas áreas de África y Sudamérica. Es probable que el sudeste asiático experimente un clima excesivamente caluroso y seco, y la propagación de incendios forestales en Indonesia podría afectar la calidad del aire en toda Asia.

Si bien estos peligros son atemorizantes, es posible prepararse para algunos de ellos ya que los fenómenos de El Niño ofrecen cierta predictibilidad. Aunque no hay dos, son exactamente iguales, su naturaleza cíclica revela patrones de clima caliente, frío y sumamente húmedo. Y los pronósticos estacionales son mucho más fiables que en 2014-2016, lo cual puede ayudar a dirigir presupuesto preventivo para mejorar la infraestructura sanitaria, por ejemplo, o reforzar edificaciones en regiones con probabilidad de sufrir tempestades. La construcción de resiliencia antes de que El Niño golpee permite minimizar daños y, por ende, el gasto de emergencia y de reparación de daños. Algunas agencias de cooperación están usando mejor planificación con base en pronósticos. Por ejemplo, la Federación de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja maneja programas preventivos en 17 países, con el objetivo de que 25% de sus fondos para auxilio ante desastres sea gastado por adelantado para el 2025. Y la OMS ha comenzado a trabajar con la Organización Meteorológica Mundial a fin de predecir mejor dónde destinar suministros y personal médicos.

Pero solo es una pequeña fracción de la ayuda necesaria. Apenas 1% de fondos para desastres obtenidos vía pedidos de la ONU entre el 2014 y el 2017 fue asignado anticipadamente, apesar de que uno de cada cinco eventos es altamente predecible. Se estima que el año pasado, los desastres naturales afectaron a 185 millones de personas en el mundo, pero menos de 4 millones se beneficiaron de medidas preventivas.

El problema es que muchos de los países más perjudicados por El Niño están saliendo de catástrofes previas, algunas de las cuales están vinculadas con episodios de sequías e inundaciones extremas, otras, con los prolongados efectos del covid-19, y con el alza de precios de alimentos causada por la guerra en Ucrania. Esto es un recordatorio de las dificultades de lidiar con el cambio climático: las atrocidades se multiplican sin dar tiempo a Gobiernos y sociedades para recuperarse.

Esto refuerza el argumento de ayudar a países que no pueden financiar su preparación. Quien quiera que asuma los gastos, no es económicamente eficiente escatimarlos hoy cuando se sabe que existe una chance de desastre mañana.



Autor: The Economist. Fuente: Gestión - pag.23, 29 de agosto del 2023.