Científicos estudian trasladar especies a nuevos hábitats para salvarlas del cambio climático
Noé metió en su arca una pareja de animales de cada especie para salvarlas del
diluvio universal. Ahora, por primera vez, los científicos estudian seriamente
una estrategia parecida para luchar contra los efectos de otro inquietante
fenómeno meteorológico: el cambio climático. Con poco tiempo de reacción ante
las consecuencias de la subida de las temperaturas en el Planeta, expertos
proponen medidas revolucionarias para ayudar a animales y plantas a sobrevivir
en un mundo que se transforma. Entre ellas se encuentra lo que se ha dado en
llamar el «traslado guiado» o «migración asistida», el movimiento provocado de
especies a nuevos hábitats más acogedores pero desconocidos para ellas. Hace tan
sólo cinco o diez años esta medida se consideraría demasiado radical para ser
tomada en serio.
Según publica la revista Proceedings, un grupo de investigadores promovido por
la Fundación Nacional de Ciencia de Estados Unidos comienza a plantearse si el
ser humano debe 'reordenar' el puzzle natural y cambiar a animales y plantas de
ecosistema. Su propuesta es rompedora, ya que forzar una migración en la
naturaleza se ha considerado hasta el momento algo imposible, por temor a que
las especies realojadas acaparen los nuevos hábitats y causen la extinción de
especies locales, algo que ocurre actualmente en España con el visón americano,
las tortugas tropicales, los eucaliptos o el famoso mejillón cebra. Los ejemplos
son múltiples.
Cuestión de décadas
Si la «migración asistida» es potencialmente tan dañina, ¿por qué está siendo
considerada ahora? «Porque se está volviendo abrumadoramente evidente que el
cambio climático es una realidad, y es muy rápido», asegura Jessica Hellmann, de
la Universidad de Notre Damme. «Las consecuencias llegarán en décadas, no en
siglos», insiste. De esta forma, «pasar a la acción resulta ahora más importante
que hace diez años, cuando las concentraciones de gases de efecto invernadero en
la atmósfera eran más bajas». Algunos científicos creen que quedarse de brazos
cruzados puede traer riesgos mayores. «Hemos cambiado el mundo y ya no podemos
decir eso de que la naturaleza siga su curso», se lamenta Hellmann. «Ahora,
tanto actuar como no hacer nada tiene potenciales consecuencias negativas».
Algunas especies han sobrevivido previamente a períodos más breves de cambio
climático emigrando por sí mismas a hábitats más hospitalarios, pero estos
movimientos naturales están ahora condicionados por la presencia de ciudades y
otros obstáculos artificiales que impiden a los individuos llegar a su destino.
«Cuando la temperatura suba, un buen número de especies se verán atrapadas en
hábitats demasiado calientes o secos para ellas. Podrían extinguirse», explican
desde el grupo de trabajo. Los científicos saben que la medida de trasladar
animales o plantas es muy controvertida y está repleta de incertidumbres, así
que intentan diseñar una herramienta que sea capaz de evaluar los costes,
riesgos y beneficios de reintroducir a cada especie en su nuevo ecosistema.
El «traslado guiado» no es la única estrategia de adaptación que está siendo
analizada por los científicos. Otros mecanismos de supervivencia incluyen
fertilizar los océanos para incrementar su absorción de gases de efecto
invernadero, conservar corredores migratorios de animales que puedan extenderse
miles de kilómetros y preservar la diversidad genética de las especies en
peligro en bancos de semillas.
Publicado por Web EcopressPeru.com (02/06/09).
Las salpas contra el cambio climático
Provocar el incremento de estos seres, de aspecto similar a las medusas, para
aprovechar su capacidad de absorber CO2 afectaría gravemente al equilibrio
natural de los océanos.
La naturaleza es más compleja de lo que parece a simple vista, y no asumirlo
puede tener nefastas consecuencias. Las salpas pueden ser un claro ejemplo de
que un supuesto remedio puede ser peor que la enfermedad. Estos seres vivos,
similares en aspecto a las medusas, capturan el dióxido de carbono (CO2) y
evitan que llegue a la atmósfera. Por tanto, podría pensarse que provocar su
aumento sería muy útil para combatir el cambio climático. Sin embargo, su
multiplicación inducida alteraría el equilibrio natural de los océanos y
causaría graves efectos.
Las salpas son también un ejemplo de que cualquier ser vivo, por insignificante
o simple que pueda parecer, cumple un papel importante en el equilibrio natural.
Estos pequeños tunicados, del tamaño de un pulgar, no son muy conocidos, aunque
pueden encontrarse en mares ecuatoriales, templados o fríos. De hecho, la mayor
concentración de salpas habita en el océano Antártico, donde forman vistosas
colonias.
Los científicos han descubierto su capacidad de fijar el CO2, uno de los gases
de efecto invernadero. Al igual que otros animales, las salpas se alimentan de
fitoplancton, una especie de pequeñas algas marinas que utilizan a su vez el CO2
para crecer. De esta manera, cuando algún ser vivo lo ingiere, atrapa también en
su interior este gas. Posteriormente, cuando el animal excreta o muere, la mayor
parte del CO2 vuelve a liberarse.
Sin embargo, los excrementos de las salpas se transforman en unas bolitas que se
hunden, al igual que sus cuerpos al morir, por lo que el CO2 que contienen acaba
sepultado en el fondo. Por ejemplo, una investigación realizada por biólogos del
Instituto Oceanográfico Woods Hole (WHOI en sus siglas en inglés) descubrió que
los restos fecales de una especie en concreto, la Salpa aspera, se hunden hasta
mil metros por día y sus cuerpos sin vida hasta 475 metros por día.
Por ello, podría razonarse que una medida para luchar contra el calentamiento
global consistiría en poner los medios para que estos animales se multipliquen y
se conviertan en un sistema biológico de secuestro de CO2. Sin embargo, esta
decisión podría ser muy negativa para el ecosistema. Ricardo Aguilar, director
de investigación y proyectos de la organización conservacionista Oceana,
recuerda que en los últimos años se ha producido un incremento elevado de las
propias salpas o de las medusas, por la falta de vertebrados, lo que está
generando otros problemas y no está ayudando a reducir el cambio climático.
Los científicos han descubierto que el aumento del número de salpas en el océano
Antártico está relacionado con el descenso del krill, un pequeño crustáceo
básico en la dieta de las ballenas, así como de otros animales como focas,
pingüinos o aves marinas.
Por su parte, científicos australianos de la organización de investigación CSIRO
y de la Universidad australiana de Nueva Gales del Sur emprendían el año pasado
una expedición para estudiar a estos seres en la costa este de Australia. Los
investigadores descubrieron que su número era diez veces superior a los primeros
registros de hace 70 años.
Por ello, Aguilar explica que el incremento provocado de las salpas afectaría
aún más al equilibrio del ecosistema. Las salpas competirían por los mismos
recursos que otras especies importantes que también se alimentan de plancton,
por lo que reducirían su número.
Asimismo, el experto de Oceana recuerda que otros organismos también pueden
fijar el CO2, desde las ballenas hasta los crustáceos que viven en el plancton o
las medusas. En cualquier caso, concluye Aguilar, los océanos tienen sus
limitaciones, y su nivel de saturación ya es muy alto.
Salpas, unos interesantes animales
Aparte de su capacidad de captura del CO2, las salpas son unos animales
interesantes desde el punto de vista científico, aunque las investigaciones son
más bien recientes, debido principalmente a la dificultad para su estudio.
Los investigadores han observado que, aunque su cuerpo semitransparente y su
forma de flotar recuerdan a las medusas, biológicamente se encuentran más cerca
de los vertebrados, ya que poseen un rudimentario sistema nervioso. En este
sentido, los científicos especulan con la posibilidad de que los complejos
sistemas nerviosos de los vertebrados (a los que pertenecemos los seres humanos)
hayan evolucionado a partir de un primitivo sistema similar al de las salpas.
Por otra parte, se considera que son los animales multicelulares del planeta que
más rápidamente se reproducen, ya que son capaces de doblar su número varias
veces al día. Para ello, cuentan con un complejo ciclo de vida con
diferenciación generacional. Así, en la fase oozoide se reproducen de forma
asexual produciendo una cadena de decenas de cientos de individuos. Por su
parte, los individuos agregados, conocidos como blastozoides, se reproducen de
forma sexual, siendo hermafroditas secuenciales: primero maduran como hembras, y
son fertilizados por los gametos masculinos producidos por mayores cadenas.
Su forma de desplazarse y alimentarse también es muy curiosa. Las salpas
absorben el agua en su parte frontal y la expulsan hacia fuera por su parte
posterior, como si fuera un sistema de propulsión a chorro. La membrana mucosa
de su interior filtra todo el material comestible del agua, lo que le permite
alimentarse.
Proyecto Lohafex: qué puede ocurrir cuando se altera el equilibrio natural
Un ejemplo de las inesperadas
consecuencias que puede conllevar alterar el equilibrio oceánico es el proyecto
Lohafex. Sus responsables han estado vertiendo seis toneladas de partículas de
hierro durante más de un mes en el Atlántico Sur. El objetivo consistía en
aumentar la cantidad de fitoplancton como método para secuestrar CO2, ya que
estas algas se quedarían en el fondo del mar con el gas.
Recientemente se ha sabido que el sistema no ha funcionado como se esperaba.
Pasados unos días tras haber depositado el hierro, aparecieron unos diminutos
crustáceos, conocidos como copépodos, que se comieron todo el fitoplancton
"sembrado". Posteriormente, estos animales fueron devorados a su vez por unos
crustáceos mayores, denominados "anfípodos", y estos a su vez por ballenas y
calamares. Los responsables del proyecto han afirmado que estudiarán mejor las
razones de este fracaso, pero en cualquier caso seguirán probando.
Publicado por Web Ecoticias (07/05/09).