Eneconomías agrarias, el ciclo económico y el clima se mueven en tándem. Cuando las lluvias llegan en el momento apropiado, la cosecha es abundante y propicia prosperidad. En cambio, la sequía trae el riesgo de hambruna y muerte. El invocador de la lluvia casi como el banquero central-podría intentar suavizar el ciclo económico cuando la temperatura está demasiado caliente, aunque es el poder de la naturaleza el que decide el resultado.
La crisis energética en Europa ha traído de regreso la teoría económica basada en el clima y es un recordatorio de que, a pesar de su sofisticación tecnológica, hasta las economías avanzadas dependen de la generosidad de la naturaleza. Economistas, financistas y reguladores europeos miran de cerca los pronósticos: un invierno (boreal) suave traerá alivio, pues se necesitará menos gas para calefacción, los precios de la energía caerán y el crecimiento recibirá un impulso. Uno frío, volverá pobres a millones, intensificará las presiones inflacionarias y mantendrá cerradas las industrias.
Los combustibles fósiles prometían liberar a las economías de los caprichos de las estaciones. En lugar de depender de la energía solar ambiental, convertida en biomasa vía la fotosíntesis y consumida como leña, por ejemplo la humanidad podía quemar carbón, liberando la prehistórica energía solar que contenía. Yera posible almacenarla, transportarla y usarla cuando se necesitaba: puso el poder del sol a la entera disposición de la humanidad.
La historiadora económica Ann Kusmmaul siguió la pista de la Revolución Industrial en Inglaterra en función de cuándo las regiones dejaron de lado la economía estacional. Las actas parroquiales de matrimonio midieron el momento en que los combustibles fósiles liberaron a los trabajadores de los ritmos de la naturaleza y los ataron al silbato de la fábrica.
Antes de la industrialización, los matrimonios en zonas bajas solían celebrarse en invierno, luego de la cosecha; en zonas montañosas, eran en verano, tras el nacimiento del ganado. Luego de la industrialización, esos patrones geográficos y estacionales desaparecieron, brindando una pista respecto de qué partes de Inglaterra adoptaron primero técnicas de producción basadas en combustibles fósiles.
Unos siglos después, la estacionalidad está retornando a Reino Unido y otras partes de Europa, a me- dida que el continente abandona su dependencia del gas ruso. Parte del motivo es física: el gas natural es mucho más difícil de transportar que almacenar carbón o petróleo. En el pasado, Europa se beneficiaba del abundante gas proporcionado por Rusia mediante ductos. Ahora, con una oferta restringida, los cambios en la demanda determinan el precio de la energía y el clima es el determinante más incierto de la demanda.
El otoño libró a Europa de lo peor: tuvo el octubre más cálido jamás registrado. Como resultado, el precio del gas se redujo a la mitad respecto de setiembre. Pero el invierno ya comienza a sentirse e históricamente hay una relación relativamente lineal entre la demanda por gas y la temperatura, aunque este año las cosas están un poco diferentes. Los sistemas de calefacción en las viviendas han estado inactivos por más tiempo del usualy han subido las ventas de mantas. La población está dispuesta a abrigarse para hacerle frente a Putin.
La crisis del gas no es el único motivo para un mayor enfoque en el clima, pues las energías renovables ahora proporcionan mucha más energía a Europa que hace unos años, lo que ocasiona problemas en torno a la situación del viento o del brillo solar. El rubro hidroeléctrico también ha sido un problema este año dado que el caluroso verano secó reservorios y ríos. La inversión en almacenaje de electricidad, con baterías, hidrógeno u otras técnicas, podría amortiguar esa variabilidad.
Sin embargo, ante la ausencia de una transición de energías verdes, el clima comenzaría a jugar un mayor papel en la teoría económica. El calentamiento ya está conduciendo a eventos más frecuentes y extremos, los cuales equivalen a los llamados "shocks reales" en la economía: cambios externos que reducen la capacidad productiva y, de ese modo, causan más inflación y desempleo. Esta amenaza dual es más difícil de manejar para los banqueros centrales que los enfriamientos que surgen por ca empresarial o una crisis financiera.
Si como respuesta la política económica se ajusta demasiado, se exacerbará la desaceleración; si se ajusta muy poco, la inflación podría descontrolarse. Según un análisis del FMI para las islas del Pacífico y del Caribe, los países propensos a desastres naturales crecen alrededor de un punto porcentual menos al año y tienen deudas considerablemente más elevadas que aquellos con menor riesgo.
El cambio climático agravará esas diferencias. Por ello, un retorno a la economía dependiente del clima hará que algunos banqueros se vean como invocadores de la lluvia: celebrar rituales o exigir más sacrificios, sin mucha capacidad para afectar el clima económico.
Autor: The Economist, Gestión. 29 de noviembre del 2022.