“Qué ganas tienen de parar el tren y van a terminar subiéndose al tren”. Lanzando bromas o acusaciones, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no oculta que está en guerra con quienes se oponen a que construya su anhelado Tren Maya. No importan los informes o reclamos que llueven contra la obra, el presidente mexicano está empecinado en sacar adelante el proyecto en una de las zonas más turísticas, hermosas y biodiversamente ricas de su país.
El Tren Maya se abre camino a través de la selva en la península de Yucatán, en el sur de México. Plantea construir más de 1.500 kilómetros de vía férrea en los estados de Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo.
El tren se convirtió en uno de los megaproyectos estrella del presidente, pero los ambientalistas, arqueólogos y buceadores no están nada contentos con la obra y han exigido al Gobierno suspender el tramo 5 por haber generado la tala de miles de árboles y la contaminación de ríos subterráneos.
Aunque López Obrador eximió al tren de las declaraciones de impacto ambiental, un juez no estuvo de acuerdo y, en respuesta a un recurso de amparo presentado por ambientalistas, congeló las obras en sesenta kilómetros de vías entre Cancún y Tulum, en el tramo 5.
Pero AMLO está determinado a concluir el proyecto en los dos años que le quedan en el poder. Tan obsesionado está que incluso declaró la semana pasada al Tren Maya obra de seguridad nacional para reanudar las obras.
Además, el último martes el mandatario afirmó que su gobierno invertirá hasta 20.000 millones de dólares en el Tren Maya, por lo que se triplicaría el costo original estimado.
Sofía Ramírez, directora del observatorio económico México Cómo Vamos, afirma que AMLO ha sido muy enfático en cumplir, en sus términos, lo que él considera sus promesas de campaña. “Y entre esas promesas estaba el desarrollo del sureste mexicano, lo cual es muy necesario. Es una deuda histórica que tenemos como país, pero no se resuelve únicamente con base en un proyecto de infraestructura y brincándose todas las reglas”, dice a El Comercio.
Sombras del proyecto
Los activistas y expertos señalan que el proyecto está devastando la selva, pues las pesadas vías pasarán sobre los delicados techos de piedra caliza de las cuevas, conocidas como cenotes, que están llenos de agua y de tesoros arqueológicos que no han sido tocados por milenios.
Ana Lucía Medina es integrante de Sociedad Civil México, uno de los colectivos que llevan meses denunciando la amenaza que el tren representa para la región: “Este tren se comenzó sin proyecto ejecutivo, no se hicieron los estudios de impacto ambiental. Se ha violado reiteradamente la ley para atravesar por comunidades indígenas por una región biodiversa, con más de 94 especies prioritarias para la conservación. Y lo que es peor, se están construyendo vías férreas sobre un terreno extremadamente delicado, ya que el subsuelo está lleno de cenotes y ríos subterráneos. Es una zona que tiene socavones, grutas, muchos agujeros y de donde nace mucha agua que se va a contaminar”, dice a este Diario.
“Al dañar este sistema cavernoso de aguas, al dañar la selva, la flora y la fauna, se provocará un daño que no tiene vuelta atrás. Es un ecocidio”, agrega.
Además del tema ambiental, Ramírez apunta que otro reparo tiene que ver con el procedimiento institucional, pues ahora el Tren Maya pasó a ser parte de un grupo empresarial coordinado por los militares, que manejan una cantidad descomunal de recursos.
Afirma que la consideración de fondo no tiene que ver solo con el precio, sino con que los militares estén construyendo infraestructura civil y que estén haciéndose de más funciones derivadas de este tipo de asignaciones. Al ser bajo construcción militar, se argumenta que esto es de seguridad nacional, pero, afirma, esto viola la ley de seguridad nacional y la ley de adquisiciones de compra pública.
“Hay un nivel de opacidad impresionante. Si estás ampliando los presupuestos de los megaproyectos a la mitad del ejercicio presupuestario de un año, eso te habla en el mejor de los casos de mala planeación y, en el peor de los casos, de desvío de recursos. Si esa es la manera de operar del manejo del dinero público, ya tienes ahí un problema de ineficiencia, opacidad y muy pronto se puede volver corrupción”, señala.
Las críticas de AMLO
En respuesta, López Obrador ha optado por acusar a los activistas de “seudoambientalistas” que defienden los intereses de empresas o de sus opositores. Días atrás afirmó que la paralización del tren se debe a una intervención extranjera de activistas pagados por el Gobierno de EE.UU.
Medina afirma que la forma en que AMLO trata el tema genera mucha indignación entre los activistas y la ciudadanía: “Es un manejo sumamente pobre de argumentos e injusto porque el presidente nos ha tachado de corruptos a todos los que hemos levantado la voz. Nos ha acusado de estar aliados con intereses ajenos porque no dejamos que proceda este proyecto. El presidente se limita a darle una narrativa dicotómica al tema: los buenos que quieren desarrollar esa zona del país y los malos que lo impiden. Es un manejo errático”.
Para Ramírez, el principal problema del presidente no es su falta de visión, sino su incapacidad de recular. “Él no es alguien a quien le guste decir que se equivocó o retractarse. Por ejemplo, podría decir ‘ahora no es momento de invertir en el tramo 5, vamos a seguir con otra cosa’, pero no es su estilo”, afirma.
Fuente: El Comercio, 30 de julio del 2022.