El mundo en que vivimos en peligro
Por Martha Meier M.Q.
Hasta hace pocos años el cambio climático era considerado un asunto de
exagerados activistas verdes, obsesionados con una supuesta y futura catástrofe
ambiental. Hoy la historia es otra. En el ámbito internacional la clase política
y las agendas de las instituciones bilaterales de desarrollo lo tienen entre sus
prioridades.
Científicos ayer resistentes a aceptar la modificación del clima por mano humana
advierten hoy sobre sus impactos negativos sobre la salud. La doctora Katherine
M. Shea, catedrática de la Universidad de Carolina de Norte en Chapel Hill, ha
descrito: “La letanía de los impactos directos asociados al cambio climático
esta convirtiéndose en algo conocido. En un mundo que se caliente rápidamente
hay mas muertes relacionadas a las olas de calor, mayor diseminación de
enfermedades a consecuencia del agua y la comida contaminadas, así como por los
insectos”.
Enfermedades que avanzan
Tomemos por ejemplo la malaria, una enfermedad tropical que empieza a extenderse
en las zonas alto andinas o el rebrote de la tuberculosis y la polio, la
invasión de garrapatas padecida por Estados Unidos, de la que no se salvan ni
las camas de los mas caros hoteles y ni las de hospitales, al punto que la
Agencia Para la Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en ingles) ha
convocado la primera cumbre sobre la proliferación de tales bichos.
Todo esto seria una de las caras del cambio climático debido a la emisión de los
gases invernadero, derivados de la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas,
carbón), de los que depende tanto nuestra economía como un adicto a su droga.
Quemamos y quemamos petróleo y carbón no solo para echar a andar nuestros
motores, el petróleo es base de cosas tan variadas como el plástico (que puede
tardar hasta mil años en degradarse), ciertos edulcorantes artificiales, las
llantas de los automóviles, la brea, el poliéster de nuestras vestimentas, entre
otros.
¿Nos estamos derritiendo?
En su documental del 2006 “Una verdad incomoda”, Al Gore, Premio Nobel de la Paz
y ex vicepresidente de la administración de Clinton, muestra como retroceden los
glaciares. El caso del Pastoruri es un ejemplo peruano: hasta hace poco destino
de esquiadores, hoy luce desnudo de sus capas de nieve. Según el experto en
clima Lord Nicholas Stern, grande debería ser nuestra preocupación pues nuestro
país es uno de los mas vulnerables. Aquí se alberga cerca del 70% de los
glaciares sudamericanos y nuestra riqueza y diversidad ecológica se basan en 28
tipos de clima de los 32 existentes en el planeta.
El calentamiento global ya esta ocurriendo. La prueba es que al menos 279
especies de animales están respondiendo al aumento de temperatura, moviéndose
hacia los polos. Si las temperaturas siguen elevándose al ritmo actual, en 25
años las muertes por calor se duplicaran y alcanzaran la cifra de 300.000 cada
año. Los niveles del mar podrían elevarse varios metros, perdiéndose la placa de
hielo de Groenlandia y de la Antártida lo que desbastaría las áreas costera. El
Océano Ártico quedaría sin hielo para el 2050, año en el que se habrían
extinguido más de un millón de especies de animales y plantas.
El gran reto
El gran desafío del siglo XXI es forjar una sociedad sostenible. Una fraternidad
de hombres y mujeres dispuestos a dejar de lado el consumo que afecta la base
natural de la que dependerán las próximas generaciones para su subsistencia. Una
sociedad de empresarios capitalistas solidarios dispuestos a reconvertir sus
industrias, a utilizar tecnologías limpias y a contabilizar los pasivos
ambientales generados por sus operaciones. Una clase política valiente y
comprometida que se atreva a legislar a favor de la conservaron, brindando
bienestar a los seres humanos.
El Perú requiere una modificación de la política tributaria para perfilar un
país ecológicamente viable. En los noventa, Alemania, por ejemplo, castigo con
impuestos el uso de envases y productos no biodegradables o reciclables, que
generaban problemas de basura, cuya solución implicaba un gran gasto estatal.
Siguiendo esa lógica, se obligo a pagar mas impuestos por los automóviles
antiguos –contaminantes por su tecnología obsoleta-, y se abarato la gasolina de
mejor calidad. De esta manera se soluciono gran parte del problema de la basura
plástica, de la contaminación del aire y la emisión de gases invernadero, y se
creo además una nueva conducta ambiental y patrones de consumo responsables.
El progreso mal entendido y el analfabetismo ecológico de nuestros legisladores
derivan en la sistemática contaminación de las principales recursos. De eso
deben preocuparse nuestras autoridades, en vez de estar en permanente campaña
electoral y en venganzas personales.
Es tiempo también de olvidar falso medio al vecino y comprender que el enemigo
no es el hermano, sino la miseria, el hambre y la contaminación.
La crisis como oportunidad
La crisis internacional ha abierto una ventana de oportunidad a las energías
renovables.
Los altos precios del petróleo en los pasados meses (hoy en descenso) llevaron a
las fábricas de automóviles a acelerar su producción de híbridos capaces de
andar con fuentes de energía distintas al petróleo.
Las nuevas tecnologías al fin toman en cuenta la problemática ambiental para
convertirse en aliadas de la conservación.
Y mientras los mercados colapsan, los consumidores migran hacia productos eco
amigable.
Un estudio realizado en nueve países da cuenta de que en el 2008, el 34 por
ciento de consumidores compro productos “verdes” (dos puntos más que el año
anterior).
Los nuevos consumidores están dispuestos a gastar más en alimentos orgánicos y
focos ahorradores.
Otro estudio señala que cerca del 70 por ciento de los bebes norteamericanos
tiene una dieta orgánica.
Algunos jardines en Estados Unidos se están convirtiendo en pequeños huertos.
En vez de desperdiciar el suelo y el agua para mantener un verde pasto y
coloridas flores, la gente se dedica cada vez más a cosechar alimentos.
La crisis norteamericana esta modificando patrones de conducta y consumo. La
sociedad del derroche va quedando atrás.