Desde hace unas semanas, se está hablando sobre la crisis alimentaria a nivel global debido a la guerra de Rusia a Ucrania. Ucrania es una de las seis regiones graneras más importantes del mundo. Debido a esto, la cadena de suministros de alimentos a nivel global se ha visto afectada. Por ejemplo, el trigo. El precio de este ya venía aumentando previo a la guerra y es crítico para la alimentación, ya que más del 80% del trigo se utiliza para hacer harina. Antonio Guterres, secretario general de la ONU, asegura que se ha duplicado el número de personas que sufren inseguridad alimentaria grave. Antes de la pandemia era de 135 millones, ahora es de 276 millones.
Por otro lado, Rusia es uno de los principales exportadores de fertilizante, el motor de cosechas más importante en todo el mundo. Desde el 2020, el precio de los fertilizantes venía en aumento a consecuencia de la guerra y su escasez. Para los agricultores, los fertilizantes son una parte esencial del proceso. Según McKinsey & Company, de acuerdo al tipo de cultivo, los fertilizantes representan, aproximadamente, el 30% del costo total de las operaciones.
En el caso del Perú, la mayor parte de los fertilizantes usados son inorgánicos e importados, principalmente de países como Rusia, Estados Unidos y China. Rusia provee al Perú alrededor del 70% de las importaciones de urea, el principal fertilizante utilizado en el Perú según el BCRP. Así mismo, el Estado realizó un decreto de urgencia para facilitar y garantizar el abastecimiento de fertilizantes.
Según McKinsey, se ha proyectado que entre 19 y 34 millones de toneladas de producción para la exportación podrían desaparecer este año. Para el 2023, esta cifra podría ser de entre 10 y 43 millones de toneladas. Esto representa la ingesta calórica de entre 60 y 150 millones de personas.
Para la consultora, debido al conflicto bélico varias fechas de siembra y cosecha podrían verse afectadas. Existen patrones similares con respecto a la inflación de precios de los productos básicos agrícolas y fertilizantes de la crisis alimentaria del 2007-2008. Sin embargo, en esta ocasión hay que considerar los efectos geopolíticos de estas crisis y los acontecimientos relacionados.
Con el objetivo de manejar de la mejor manera esta crisis, es necesario no repetir los errores de la crisis alimentaria pasada. En esa ocasión algunos países prohibieron las exportaciones, lo que llevó a los agricultores a no tener acceso a los ingresos mundiales y a las importaciones. Será importante para los países realizar un plan estratégico sobre cómo utilizar sus reservas ante la escasez.
De igual manera, es importante replantear el 18% de maíz que mundialmente se destina a combustible o a productos químicos. El lado positivo es que es probable que esta situación incentive las inversiones respecto a innovación y tecnología agrícola entorno a las biosoluciones y agricultura vertical.
También, es relevante que los actores involucrados en la cadena alimentaria realicen un cambio de comportamiento. En el caso de los agricultores, pueden realizar un uso más eficiente de los fertilizantes y de otros insumos para los cultivos. De esta manera, reducirán los residuos.
Por otro lado, para los consumidores finales, reducir el desperdicio de las comidas es una opción. Se sabe que cada consumidor desperdicia el 30% de su comida. Los consumidores podríamos encontrar fuentes de proteína alternativas a la carne roja y la carne blanca.
Sin importar el tiempo que vaya a durar esta crisis, la respuesta tendrá que ser rápida. Es necesario trabajar en conjunto para proponer soluciones estratégicas. Al igual que prestar atención a aquellas poblaciones a las cuales la crisis ya está impactando y dificultando el acceso a sus alimentos.
Autor: Max Ramberg. Publicado por: Gestión, 30 de junio del 2022.