HACIA EL APOCALIPSIS CLIMÁTICO

 

Estamos pasando por una ola de calor, una ola de calor tropical. También una ola de calor en las zonas templadas y una ola de calor en el Ártico, con temperaturas que alcanzan los 26 grados Celsius en el norte de Noruega. La gran sequía en el oeste de Estados Unidos ha reducido el lago Mead a una pequeña fracción de su tamaño anterior y ahora amenaza con convertirse en un “estanque muerto” que ya no puede suministrar agua a las grandes ciudades. El cambio climático ya está causando un enorme daño y quizá solo sea cuestión de tiempo para que experimentemos grandes catástrofes que cobren miles de vidas.

Y la mayoría republicana de la Corte Suprema acaba de votar para limitar la capacidad del gobierno de Biden de hacer algo al respecto.

Algo dice sobre el estado de la política estadounidense que varios expertos medioambientales que sigo en realidad se sintieron aliviados por el fallo, el cual fue menos avasallador de lo que se temía y aun así dejó al gobierno algunas vías posibles para la acción climática. Supongo que, teniendo en cuenta dónde estamos, las decisiones objetivamente malas deben calificarse sin poner la vara alta.

Y si de algo sirve, tengo la sospecha de que al menos algunos de los magistrados republicanos comprendieron la enormidad de lo que estaban haciendo y trataron de hacer lo menos posible sin dejar de ser leales al partido.

Porque, claro está, todo esto se resume a la lealtad al partido. Cualquiera que crea que la reciente serie de fallos populares de la Corte refleja alguna teoría jurídica coherente está siendo ingenuo a propósito: es evidente que la manera en la que este tribunal interpreta la ley está determinada casi en su totalidad por lo que conviene a los intereses republicanos. Si los estados quieren prohibir el aborto, bueno, esa es su prerrogativa. Si Nueva York tiene una ley que limita la portación oculta de armas de fuego, ah, eso es inconstitucional.

Y el partidismo es el problema central de la política climática. Sí, Joe Manchin impide avanzar con la agenda climática de Biden. Pero si hubiera incluso un puñado de senadores republicanos dispuestos a apoyar la acción climática, ni Manchin ni la Corte Suprema importarían: bastaría la legislación para establecer normas que limiten las emisiones de gases de efecto invernadero y otorgar subsidios y quizá incluso imponer impuestos para promover la transición a la economía verde. Así que, en última instancia, nuestra parálisis ante lo que parece cada vez más un apocalipsis inminente se reduce a la firme oposición del Partido Republicano a cualquier tipo de acción.

La pregunta es: ¿cómo es que dejar que el planeta arda se ha convertido en un principio clave del Partido Republicano?

No siempre fue así. La Agencia de Protección Ambiental, cuyos alcances el tribunal acaba de limitar, fue creada nada menos que por Richard Nixon. En 2008, John McCain, el candidato republicano a la presidencia, se postuló con la promesa de imponer un sistema de tope y comercio para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero.
La postura de los republicanos en relación con el medioambiente también es muy diferente a la de los principales partidos conservadores de otros países occidentales. Un estudio (de hace unos años, pero no creo que los fundamentos hayan cambiado) concluyó que la mayoría de los partidos conservadores sí apoyan la acción climática y que el Partido Republicano “es una anomalía al negar el cambio climático antropogénico”. Y sí, el Partido Republicano sigue empeñado en el negacionismo climático: puede admitir a veces que el cambio climático es real mientras insiste en que no se puede hacer nada al respecto, pero vuelve a la negación cada vez que hay una ola de frío.

Entonces, ¿qué explica la discrepancia climática de los republicanos? Una respuesta natural es “seguir el dinero”: En el ciclo electoral de 2020, la industria del petróleo y el gas otorgó el 84 por ciento de sus contribuciones políticas a los republicanos; en el caso de la minería del carbón, la cifra fue del 96 por ciento.

Pero sospecho que el dinero es solo una parte de la historia; de hecho, hasta cierto punto la causalidad puede ir en sentido contrario, ya que el sector de los combustibles fósiles apoya a los republicanos porque son contrarios al medioambiente y no al revés.

Mi escepticismo en relación con limitarnos a seguir el dinero proviene de un par de observaciones. Una de ellas es que los republicanos han adoptado posturas anticientíficas en otras cuestiones, como la vacunación contra la COVID-19, en las que las consideraciones monetarias son mucho menos obvias; que yo sepa, el coronavirus no es una fuente importante de contribuciones de campaña.

Además, aunque la posición de los republicanos sobre el clima es atípica en comparación con los partidos conservadores “normales”, en realidad es típica de los partidos populistas de derecha (nota al margen: odio el uso de la palabra “populista” aquí, porque los republicanos no han mostrado ninguna inclinación hacia políticas que de verdad ayuden a los trabajadores. Pero supongo que no hay más remedio que usarla).

En otras palabras, la política climática es muy parecida a la política del gobierno autoritario y los derechos de las minorías: el Partido Republicano se parece más al Fidesz de Hungría o al Ley y Justicia de Polonia que a los partidos de centroderecha que otros países llaman conservadores.

¿Exactamente por qué los partidos de la derecha autoritaria son contrarios al medioambiente? Dejaremos esta cuestión para otro día. Lo importante en este momento es que Estados Unidos es la única nación avanzada en la que un partido de derecha autoritario (que perdió el voto popular en siete de las últimas ocho elecciones presidenciales y sin embargo controla la Corte Suprema) tiene la capacidad de bloquear acciones que podrían prevenir la catástrofe climática.

 

 

 

Autor: Paul Krugman. Publicado por: Gestión, 06 de julio del 2022.