Precios estratosféricos, huella ambiental cada vez menor. El sistema eléctrico español cerró en 2021 su peor año en lo que a coste para los usuarios se refiere y su mejor año en emisiones de gases de efecto invernadero. La generación de electricidad en España liberó a la atmósfera 35,96 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2), frente a las 36,13 millones de toneladas de 2020, según las cifras de Red Eléctrica de España (REE) consultadas por este diario. Sin embargo, a diferencia de en el ejercicio pasado, cuando el confinamiento presionó a la baja la demanda y, por tanto, también las emisiones, en 2021 el consumo de luz repuntó un 2,5%, acercándose poco a poco a los niveles prepandemia. “La generación nacional ha aumentado, pero esto ha sido más que compensado por el aumento de la producción libre de emisiones y la caída de las exportaciones”, sintetiza Natalia Fabra, catedrática de la Universidad Carlos III de Madrid especializada en temas energéticos.
El principal factor detrás de esta mejora es el incremento de la producción eólica y solar, a pesar de la menor aportación de la nuclear e hidroeléctrica, dos tecnologías que tampoco emiten CO₂. Los aerogeneradores produjeron casi 60.480 gigavatios hora (GWh), un 10% más que en 2020, en gran medida gracias al salto en la capacidad instalada. Aún más relevante es el salto dado por la energía fotovoltaica, que en 2021 aportó casi 20.890 GWh, dejando atrás los 15.300 GWh de 2020 y a años luz de los 9.252 GWh de 2019.
"Lo soprendente es el aumento espectacular de la fotovoltaica, que no solo aumentó la potencia instalada, sino también las horas equivalentes en un 15% apunta Pedro Linares, profesor de la Universidad de Comillas y director de la Cátedra BP de Energía y Sostenibilidad. La eólica, por su parte, también ha aumentado un 8% su producción equivalente. Según las cifras de Linares, el 60% de la reducción de emisiones tiene que ver con el aumento en la potencia instalada de eólica y de solar, mientras que el 40% restante responde a motivos meteorológicos: más sol (para la fotovoltaica), más viento (para los erogeneradores) o más lluvia (para que pueda funcionar la hidroeléctrica)
Aunque con registros algo más discretos que en 2020, el año hidroeléctrico no defraudó y cerró en niveles de producción ligeramente superiores a la media histórica. La nuclear, por el contrario, redujo su aportación un 3% en un año marcado por varias paradas de reactores tanto por mantenimiento como para la recarga de combustible.
Menos cogeneración y, marginalmente, también menos carbón
Del lado de las tecnologías que sí contaminan, es especialmente reseñable la caída de la cogeneración, plantas que generan tanto electricidad como calor y que pasaron de generar más de 27.000 GWh a 26.100. También la reducción, aunque mínima, del carbón (-0,6%) en un año que tenía todos los ingredientes para que aumentara ligeramente o se mantuviera estable: con los precios del gas natural por las nubes, muchos países han tenido que quemar más este mineral. No es el caso de España, a pesar de que algunas de estas centrales, que estaban y están condenadas al cierre, como la icónica de As Pontes (A Coruña), han tenido que entrar puntualmente en acción en los momentos de mayor demanda. “Se podría decir que la caída de la cogeneración, así como la ligera reducción del carbón, han dominado sobre el aumento en la producción de los ciclos combinados”, valora Fabra. El saldo exterior también puso su granito de arena: las exportaciones fueron la cuarta parte que un año atrás, compensando parcialmente las mayores necesidades de generación para consumo interno.
La evolución es especialmente significativa si se compara con hace diez años, cuando las necesidades de consumo y, por tanto, de generación eran menores y aun así el sistema eléctrico nacional emitió más de 41 millones de toneladas de CO2. Aún más si la cifra se confronta con 2007, la primera que figura en los registros de REE: 111 millones de toneladas. Aunque los datos aún no son definitivos aún pasarán semanas, fuentes de la empresa público-privada explican a este diario que la variación “no suele ser significativa”.
Esta evolución invita a pensar con cierto optimismo en el futuro, en el que la descarbonización de sectores enteros como el transporte pasan por su electrificación en detrimento de los combustibles fósiles: cuanto menos se emita para generar esa energía, menores serán las emisiones totales. Y a estas alturas nadie duda de que las renovables seguirán ganando terreno en los próximos años, expulsando definitivamente al carbón y quitando cuota a la cogeneración, los ciclos combinados (gas) y, en menor medida, la nuclear. “La expectativa es que según se vayan añadiendo renovables, se vaya desplazando de la matriz lo más caro y más contaminante, que es lo fósil”, explica el consultor energético Francisco Valverde. “Pero el proceso irá por escalones, en función de las subastas: en 2022 las emisiones probablemente serán más bajas, en 2023 algo más y a medida que vaya entrando lo de las subastas hasta ahora, se notará más y más”, augura.
Con todo, cualquier actitud complaciente sería un riesgo. Como ha documentado en los últimos meses la Agencia Internacional de la Energía (AIE), para garantizar la sostenibilidad futura y evitar el peor escenario del calentamiento global son muchos los pasos que quedan por dar hacia las renovables, un nicho en el que la inversión tendrá que dar un salto exponencial en los próximos años tanto en España como en el resto del mundo. La paulatina descarbonización del sector eléctrico es un paso en la buena dirección, pero aún quedan muchos más.
Fuente: El País, 05 de enero del 2022.