En todo el mundo, el covid-19 ha desordenado la educación de niños y adolescentes. Desde febrero, los escolares comenzaron a ser apartados de sus salones de clases e incluso en países donde los colegios han permanecido abiertos, tanto clases como exámenes se han trastocado.
Algunos países siguieron adelante este año con la realización de sus exámenes nacionales, mientras que unos pocos, entre ellos Francia, Irlanda y Reino Unido, los cancelaron. En su reemplazo, idearon nuevas formas para calificar el rendimiento escolar. El hecho de que se ha demostrado que los exámenes son vulnerables al trastorno causado por la pandemia ha planteado nuevos cuestionamientos en torno a su utilidad.
¿Existen mejores métodos para medir lo aprendido por los chicos? Los exámenes tienen abundantes problemas.
A menudo son pocos fiables; un estudio en Israel halló que el desempeño de quienes los rinden puede ser afectado por el esmog. Muchos escolares los consideran estresantes y abundan los centros educativos que los manejan muy mal.
En China, los exámenes para quienes egresan del colegio suelen incluir preguntas que requieren el paporreteo de propaganda política. En países en desarrollo, la mala redacción de las pruebas genera vaivenes bruscos en las tasas de aprobación. Hay países, como Argelia y Etiopía, que han recurrido a interrumpir la conexión a Internet durante los exámenes para evitar que los alumnos hagan trampa.
No obstante, la mayoría de sistemas educativos escolares con mejor desempeño del mundo retiene algún tipo de exámenes de alta exigencia, y por buenos motivos. Otros tipos de evaluaciones del rendimiento escolar son raramente mejores y muchos son peores. Si quienes deben calificar el trabajo de los pupilos son los profesores, estos podrían reforzar sus sesgos.
Se han realizado estudios que han hallado a docentes otorgar notas bajas a alumnos de minorías étnicas o a quienes tienen sobrepeso. Las notas en colegios secundarios estadounidenses son infladas, en parte porque hay prepotentes progenitores de clase media que insisten en que sus adorados hijos merecen mejores calificaciones. Una superabundancia de notas altas dificulta aún más que sobresalgan alumnos inteligentes provenientes de hogares pobres.
Dejar de lado laa realización de exámenes no siempre alivia la ansiedad de los escolares. Algunos preferirían ser evaluados al finalizar sus cursos en lugar de que su rendimiento sea constantemente medido. Las tareas pueden malgastar los esfuerzos de los alumnos pues pueden animarlos a hacerles retoques interminables a sus trabajos.
Ello deja menos tiempo disponible para otras formas de aprendizaje.
La pandemia no debiera alterar demasiado estas evaluaciones. Es cierto que los funcionarios en Inglaterra, donde fueron cancelados exámenes importantes, hubiesen descubierto que era más fácil calcular qué notas otorgar si su sistema educativo hubiese posibilitado que los alumnos recibiesen algunos calificaciones previas a los exámenes finales.
Pero otros países se las arreglaron para seguir adelante con las pruebas, algunos tan diversos en su éxito con el combate al covid-19 como China, Alemania y España. Todos ellos llevaron a cabo alguna forma de examinación este año, aunque cambiaron el formato. En muchos países, la posibilidad de realizar exámenes y la presión probablemente ayudaron a que los pupilos regresen a los salones luego de que finalizaron los confinamientos iniciales.
Generalmente, quienes tenían que rendir pruebas importantes fueron los primeros en regresar al colegio. Su entorno permitió darles confianza a docentes y padres de familia de que otros escolares podrían sumárseles de manera segura. Kenia autorizó en octubre el regreso de alumnos que tenían que rendir exámenes, pese a que previamente había anunciado la cancelación de todas las clases presenciales hasta fines de año.
Algunos países que suprimieron exámenes este año todavía están arreglando como pueden con el aprendizaje remoto. Gales ha señalado que el próximo año no llevará a cabo ninguno de los exámenes que usualmente rinden los escolares de 16 y 18 años, debido a que las disparidades en la cantidad de educación presencial que están recibiendo haría que los exámenes formales estén parcializados.
Los gobiernos tendrían que hacer ajustes y adaptaciones a los exámenes del 2021, tal como muchos hicieron a los de este año. Ello podría significar la reducción del volumen material educativo que sea evaluado. Asimismo, las entidades encargadas de normar los exámenes tendrían que impulsar las calificaciones de los alumnos que pasaron una mayor parte de tiempo fuera del salón de clases.
Sin embargo, los exámenes más importantes deben realizarse bajo algún formato. Muchos escolares han estudiado con ahínco a lo largo de este complicado año.
Por ende, deben tener la oportunidad de recibir las notas que merecen.
Publicado por: Gestión, 01 de Diciembre del 2020.