Hace 4 años, el 25 de setiembre del 2015, se reunieron más de 150 líderes mundiales en la Asamblea General de Naciones Unidas para discutir sobre la próxima agenda de desarrollo sostenible para el mundo y como producto de esta reunión surgieron los 17 ODS con más de 160 metas en los sectores económico, social y ambiental; aquí se reconoció, además, que el mayor desafío del mundo actual es la erradicación de la pobreza y sin ella no es posible el desarrollo sostenible.
Uno de los ODS, el 6, es Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos.
Y es importante reflexionar sobre este objetivo, que está vinculado a cada uno de los 16 objetivos restantes y preguntarnos si ¿es acaso posible lograr la erradicación de la pobreza sin agua? ¿lograr seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y garantizar energía?, ¿lograr equidad de género y empoderar a todas las mujeres y las niñas? ¿Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles?
Lima, es una ciudad sentada sobre un desierto, una ciudad que es abastecida por sólo 3 ríos, que cada vez cuentan con menos agua y cuyos caudales están contaminados, es una ciudad cuyo crecimiento demográfico es amenazante, la oferta de agua no satisface la creciente demanda; entonces no sólo se trata de un problema se saneamiento sino de un problema de fuentes de agua.
Esto, sumado al ineficiente uso del agua y las consecuencias del cambio climático debería ponernos en alerta inmediata y buscar la forma de trabajar en conjunto, como cuando se plantearon los ODS; estos no fueron pensados para lograrse de manera individual; para alcanzar estas metas todo el mundo tiene que aportar, los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y personas como cada uno de nosotros. Es tarea de todos también trabajar para generar más y mejor agua dando forma a la gobernanza como procesos y mecanismos de interacción entre los actores gubernamentales y no gubernamentales, como un concepto dinámico que permite la asociación y coordinación del gobierno con las organizaciones privadas y sociales en la implementación de las políticas y la prestación de servicios relacionados al agua.
Durante el año 2016, Aquafondo, desarrolló el Estudio de riesgos hídricos y vulnerabilidad del sector privado en Lima Metropolitana y Callao en un contexto de Cambio Climático, que se convirtió en uno de los instrumentos principales de sensibilización no sólo para el sector privado sino también para el sector público considerando las implicancias económico financieras de una severa crisis hídrica.
Más de 1 millón de empleos están en riesgo, así como un 25% del PBI, que significaría una disminución de 35 mil millones de soles para la economía. Se Trata de producción, de dinero, de empleos, de reducción del gasto, de riesgos regulatorios y sociales.
¿Qué podemos hacer? Podemos comenzar midiendo el impacto que genera el uso de agua, trabajar planes de reducción del impacto mediante indicadores de riesgo y crear políticas, estrategias y planes a través de una eficiente gestión y administración hídrica y Todas estas acciones están contempladas en el concepto de huella hídrica.
La huella Hídrica para Lima Metropolitana, durante el 2017, fue de 1 768 MMC, que significa el volumen de agua que se requeriría para diluir los contaminantes a un nivel aceptable en base a los estándares de calidad establecidos en la normativa peruana. Este volumen equivale a más del doble del volumen de agua que trae el río Rímac al año, es decir, necesitaríamos el volumen anual de dos ríos Rímac para diluir los contaminantes de nuestras aguas residuales a un nivel aceptable.
En Lima, la ciudad donde vivimos, se encuentra en una situación de estrés hídrico permanente. Si el agua es un recurso del que dependemos para vivir, para generar riqueza y para alcanzar los ODS, ¿Estamos dispuestos a tomar acción?
Publicado por: Gestión, 30 de setiembre del 2019.