¿Qué depara para el país la importación de gas boliviano?


PERÚ, EVO Y EL GAS

 


Los gremios de hidrocarburos locales ponen en duda la viabilidad económica del acuerdo gasífero suscrito entre el Perú y Bolivia.

Bolivia ha salido a ofrecer gas en todos los mercados imaginables. 

“El Ministerio de Hidrocarburos quiere vender gas desde Nicaragua hasta el fin del mundo, pero menos a Chile”, señaló Andrés Brockmann, director de la Cámara Boliviana de Hidrocarburos y Energía, en la 17a Conferencia La Hora del Gas, del pasado 8 de julio.

Y no exageraba. Tres días después, Evo Morales sellaba en el Kremlin un convenio para vender 2,2 millones de metros cúbicos diarios de gas natural al productor ruso de fertilizantes Acron.

Mientras, en Lima, ejecutivos de la estatal boliviana YPFB se reunían con funcionarios de las generadoras Kallpa y Engie para comenzar a dar forma al proyecto de venta de gas natural a las centrales térmicas de Ilo y Mollendo (el nodo energético).

Una intensa actividad, que acompañó al éxito obtenido por el mandatario altiplánico en su encuentro con el presidente Martín Vizcarra en Ilo, el pasado 25 de junio.

Así se desprende de los tres compromisos energéticos suscritos por ambos mandatarios: la interconexión de los dos gasoductos nacionales para permitir la exportación del gas boliviano por Ilo, la importación de volúmenes adicionales de gas licuado de petróleo (GLP) boliviano y la importación de gas natural de Bolivia para Puno.

El objetivo del gobierno altiplánico está bastante claro para Carlos Gonzales, gerente general de Enerconsul“Lo que quiere Bolivia es exportar su gas al Asia a través de Ilo, y para ello suelta unos mendrugos para el mercado peruano, con los que consigue salir”, explica.

Entre la espada y la pared

La ansiedad de Bolivia por sumar contratos de venta de gas devela, en efecto, un problema de fondo: la urgencia que tiene de evitar la caída de su producción gasífera.

Ello, como consecuencia del progresivo repliegue de sus dos principales clientes: Brasil y Argentina, que están consiguiendo su independencia energética, gracias a los hallazgos gasíferos de Pre-Sal (off-shore brasileño) y Vaca Muerta (shale gas en Neuquén).

“Estamos entre la espada y la pared por incumplimiento de contratos y la volatilidad de los mercados gasíferos de Brasil y Argentina”, apunta Brockmann.


La captura de los mercados asiáticos desde el puerto de Ilo podría ser la tabla de salvación para Bolivia. Pero se trata de un proyecto que demorará en cuajar.

En primer lugar, porque el país altiplánico no cuenta con reservas de gas natural suficientes para exportar a Brasil, Argentina y Asia al mismo tiempo. 

Y, en segundo lugar, porque el proyecto está ligado al desarrollo del gasoducto surperuano, megaobra que no solo está demorada, sino que vuelve a ser blanco de acerbas críticas, esta vez, por nuevos actos de corrupción revelados por Odebrecht.

Cuestión de precio

Álvaro Ríos, socio director de Gas Energy, considera que lo más realista para el Perú es persistir con la construcción del gasoducto surperuano para anclar la demanda del nodo energético, y permitir que Bolivia proceda a conectarse luego.

El gobierno boliviano estima que ello ocurrirá no antes del 2025. 

Su oportunidad más cercana se encuentra, por tanto, en la exportación de gas natural y GLP al sur del Perú. Una movida que colisiona con las expectativas del sector hidrocarburífero local. 

“Pedimos al Gobierno que explique el acuerdo con Bolivia porque, tal como está planteado, genera más interrogantes que soluciones”, refiere Felipe Cantuarias, presidente de la Sociedad Peruana de Hidrocarburos (SPH).

Una primera interrogante, apunta Cantuarias, es que no se sabe cuál será el precio del gas natural que Bolivia nos venderá para desarrollar las conexiones domiciliarias en Desaguadero.

¿Usará el marcador internacional para exportación, que ha fluctuado entre 3,7 y 10 US$/MMBTU en los últimos años, o subsidiaría el combustible, como hace con los domicilios altiplánicos?

Se trata de una pregunta vital para conocer si el proyecto será económicamente viable, toda vez que el Ministerio de Energía y Minas (Minem) prevé que esa infraestructura será absorbida por el ganador del proyecto de masificación Siete Regiones.

La segunda interrogantes es: ¿cómo hará el Gobierno Peruano para conseguir que el GLP sea más competitivo en Puno con insumo procedente de Bolivia?

¿Importar o no importar?

Fernando Cabada, presidente de la Sociedad Peruana de Gas Licuado (SPGL), sostiene que dicha iniciativa “no tiene sentido económico” pues Bolivia ya exporta gas licuado hacia Puno y el precio del balón de gas “no es, por ello, más bajo”.

Precisa que la diferencia entre ambos productos es de solo S/1,5 en favor del GLP boliviano, con la desventaja de que este es de menor calidad, lo que obliga a los importadores a “mezclarlo con el GLP peruano para conseguir mayor poder calorífero”.

Por estos motivos, la SPH propone, como solución alternativa, mejorar la asignación del Fise - vales de descuento de S/16 - para permitir que más hogares puneños adquieran balones de gas. 

“El Fise no llega a más familias porque se entrega con el recibo de luz, pero muchos en Puno no tienen electricidad. Por eso, la solución sería usar el programa Juntos. Eso bajaría el precio del balón de gas de S/40 a S/26”, anota Cantuarias.

Tiempo de análisis

Queda claro que hay muchas varables por afinar en el acuerdo energético entre el Perú y Bolivia. Así lo advierte el ex viceministro de energía Luis Espinoza.

“Ahora el Minem está en la idea básica. Cuando haga sus números se dará cuenta de que traer gas de Bolivia hasta Desaguadero no será tan fácil, y que las tarifas no se van a sostener. Creo que en unos meses más sabrá qué hacer”, anota. 

De hecho, el viceministro de hidrocarburos, Eduardo Guevara, acaba de indicar que la importación de gas boliviano se deberá definir a fines del 2019, para poder resolver todas las dudas. Mientras tanto, al sector gasífero peruano solo le resta cruzar los dedos y esperar.



Publicado por: El Comercio, 15 de julio del 2019.