AUTOR: Luis Yupanqui
Lo primero que uno mira en Atico mientras camina por el muelle es a los pescadores. Unos remiendan sus redes, mientras otros comercializan jabas de pescados y mariscos recién extraídos del rico mar arequipeño. Los botes y chalanas se mecen en el mar y nosotros sumados a otros turistas negociamos el precio para dar un paseo en bote.
Estamos en Atico, uno de los trece distritos de la provincia de Caravelí, localizado en el kilómetro 701 de la Panamericana Sur, en la región Arequipa. Nos hemos dejado convencer por Raúl, un joven hombre de mar que nos ofreció llevarnos en lancha, a media hora del muelle, para ver los lobos chuscos en las loberas de Punta Blanca.
El muelle parece un ser vivo, la gente va de aquí para allá, el pescado llega, se vende, se limpia, se vuelve a vender, es la pesca artesanal la que le da vida. Raúl ha llamado a un amigo para que ambas embarcaciones nos lleven de paseo y conforme dejamos la orilla algunos lobos solitarios descansan sobre botes y boyas como si fueran islotes.
Los recuerdos
Raúl salió de madrugada a pescar, regresó, vendió lo correspondiente a su jornada diaria y ahora “cachuelea” llevando a los turistas a pasear. No hay muchos visitantes, pero es un recurso para ellos porque la pesca en Atico ya no es como antes.
En la época del boom de la harina de pescado, a este distrito llegaban muchas lotas anchoveteras, lo que atrajo a mucha gente y Atico se convirtió en un puerto comercial, pero declinó con el tiempo a causa de las estatizaciones y luego con el cierre de Pesca Perú. “Los que quedamos nos dedicamos a la pesca artesanal y a la extracción de mariscos”, me dice, mientras vemos pasar pequeños islotes cubiertos de guano y embarcaciones de diferentes tamaños con gente con sus aparejos de pesca hasta llegar a nuestro destino: una fábrica de harina de pescado, donde a la orilla un grupo de lobos descansa. Raúl apaga la lancha para no molestarlos y para que podamos fotograiarlos, es el inicio del retorno. Ya en la ruta le pregunto qué puedo almorzar y su respuesta es inmediata: revuelto de erizos.
En una esquina, afuera del restaurante, una pizarra anuncia las diferentes maneras de preparar el erizo, en ceviche, en tortilla y el famoso revuelto, pero rechazamos la tentación inicial pues ya tenemos destino para almorzar. Alejandro ha representado a su puerto en el concurso de ‘El Mejor Pescador Cocinero’, de Mistura 2016 y luego de salir ganador en su región, ocupó el segundo lugar a escala nacional con el plato emblema de su puerto, el revuelto de erizos.
El sabor es intenso, pero a la vez dulce, todo el sabor del mar concentrado en una pequeña lengua naranja. Mi viaje continúa, me toca ir a los viñedos de Caravelí a conocer novedosas historias de sembríos y cosechas, de vinos y piscos, pero sobre todo con el sabor del erizo y con los esfuerzos de estos rudos hombres de mar por hacer de su mar una fuente sostenible.
Labor de repoblamiento
En Atico funciona un proyecto para repoblar el mar con erizos, en el que están comprometidos los pescadores locales, pues son ellos quienes manejarán de forma sostenible los recursos del litoral. Uno de ellos es Alejandro Navarro Tashiro, pescador y cocinero de 55 años, nacido en estas tierras.
Él pertenece al Sindicato de Pescadores y tiene designada un área de repoblamiento donde cultiva erizo, chanque y lapas. “Estos productos hidrobiológicos están a punto de desaparecer. Lo que yo promuevo es la pesca sostenible. Quiero que mis hijos y nietos coman lo que es un erizo, una lapa o un chanque”.
Fuente:El Peruano, 13 de diciembre del 2018.