AUTOR: José Vadillo Vila
La chica ha recorrido medio mundo. Ha subido y bajado aviones. Le han escaneado el cuerpo en los aeropuertos. Ha trepado a taxis, a buses, solo para encontrarse con la paz. Otea el horizonte donde al fondo se dibuja el lago Umayu. Y tal parece que todo valió la pena. No hay mejor lugar dónde dejar pasar el tiempo con nubes sin interrogantes que aquí. Se queda ensimismada.
Al fondo del paisaje, un poco de nieve corona la cordillera Occidental. “Ha nevado en la carretera a Arequipa”, dicen los conocedores viendo la caspa de los apus.
La paz es más que metáfora. Desde hace centurias, unos edificios de granito otean el mismo horizonte del Umayu. Debajo de la altipampa, los cerros recrean Puno, tierra de pucaras, cusipatas, collas, uros y otras culturas. Arriba, los monolitos llamados chullpas recuerdan que Sillustani es la mayor necrópolis del Altiplano.
Alrededor, las vacas pastan ajenas a la historia. El vigilante del Ministerio de Cultura las arrea para que no se peguen a las piedras con pasado. El ichu salvaje está amarillo, lo que señala que aún no es tiempo de lluvias.
A 500 años de la extirpación de idolatrías, para los pobladores de Atuncolla –a 35 minutos de la ciudad de Puno– Sillustani es aún una zona sagrada. Ello no ha evitado el huaqueo (al que mueve un dato: en 1971, el arqueólogo Arturo Ruiz halló 502 objetos de oro, plata y cobre, amén de Spondylus y abalorios en lapislázuli, en la chullpa de un personaje de la elite colla).
El encanto de la muerte
En quechua, necrópolis se dice “ayawasi”, casa de los muertos. Para el historiador Luis G. Lumbreras, las chullpas fueron una suerte de mausoleos construidos básicamente por los collas, más que para enterrarlos, para conservar el cuerpo de sus muertos.
En 1571, el cronista Juan Polo de Ondegardo, que llegó a ser corregidor del Cusco, escribió: “Es cosa común entre indios desenterrar secretamente los difuntos de las iglesias, o cementerios, para enterrarlos en las huacas, o cerros, o pampas, o en sepulturas antiguas, o en su casa, o en la del mismo difunto, para darles de comer y beber en sus tiempos. Y entonces bebe ellos, y bailan y cantan juntando sus deudos y allegados para esto”.
A la salida del inti
La muerte era algo cercano a las culturas precolombinas. Las chullpas se construyeron en el Perú, en Chile, en Bolivia, pero en Sillustani tienen una peculiaridad: salvaguardan cada una solo a una momia. La de una alta autoridad; alguien de la panaca real. Y a sus pies, se encontraron sacrificios. Cuerpos de seres humanos, de animales –perros calatos, llamas, ofrendas–. En el 2011, a los pies de la chullpa “Lagarto”, la más famosa, se hallaron entierros de 28 niños menores de 3 años de edad.
Cada chullpa tiene una pequeña puerta y mira al noreste, por donde sale el sol. Hay visitantes que pernoctan en Sillustani para recibir el primer rayo de sol del 21 de junio, nuevo año andino. Nueva vida.
Yaku, fluye la vida
No es casual que la muerte esté rodeada de agua. Que Sillustani esté justo en una meseta frente al lago Umayu (uma=cabeza; mayu=río). El agua fue otro tema vital en la vida de los del Altiplano.
En el Umayu todavía los vecinos, como lo hacían sus antepasados, utilizan los waru-waru, esos canales donde siembran. El agua que se absorbe bota por las noches la humedad y el calor retenido durante el día, permitiendo la creación de microclimas. Es hidráulica precolombina vigente. La universidad de Michigan lo considera entre los mejores tipos de agricultura del mundo.
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Cuando los incas llegaron a este lugar sagrado, pensaron que las chullpas eran graneros, pero encontraron las momias y ellos mismos construyeron chullpas para sus propias momias. Hay rampas que demuestran estas hipótesis: las piedras se trabajaban en las canteras y luego se subían en sistemas de rodamiento. Era un trabajo planificado pero quedó trunco cuando llegaron los españoles y enviaron la mano de obra a los obrajes en las minas.
En Sillustani hay un Intihuatana. Será el XXI, pero vienen personas a hacer ofrendas. Cargan hojas de coca, vino. Dejan sus ofrendas envueltas en papel o cartón.
Sillustani es un lugar magnético. Su pampa ha servido de pararrayos. Y las chullpas han sido destruidas por rayos. La mayoría están apuntaladas con maderos. Los turistas las recorren buscando paz.
La rubia subirá a buses, aviones y recordará que la paz queda en una meseta puneña rodeada de chullpas.
12
metros mide la chullpa lagarto, la más alta encontrada en sillustani.
Publicado por: El Peruano, 15 de noviembre del 2018.