AUTOR: Luis García Bendezú
Son frágiles, miden menos de un metro pero ahí están. En la sierra central de Ica, a un paso de Huancavelica, unos 800 mil pinos han sido sembrados en los últimos 14 meses. Aunque estos árboles se confunden hoy entre el pasto y los arbustos, en una década serán más altos que una casa de tres pisos. Formarán un bosque. Lo que se espera es que en los próximos años los pinos permitan la recuperación de la vegetación de la cordillera, que es fundamental para la retención del agua que cae durante el verano en forma de lluvia.
La lógica del proyecto Siembra y Cosecha de Agua es sencilla. Debido a la falta de precipitaciones, el pastoreo excesivo y la erosión, las cuencas altas de los ríos de Ica carecen de vegetación salvo en verano. Cada año, entre diciembre y marzo, las lluvias que caen sobre las montañas arrastran tierra y el agua acaba en las quebradas. Ahí, el líquido se escurre rápidamente hacia los ríos y se pierde en el mar. Cuando culminan las lluvias, los pastizales no tardan en convertirse en cerros áridos, sin vida.
Mediante el proyecto, la Dirección Regional de Agricultura (DRA) de Ica, busca comprometer a los campesinos en el cuidado de los pinos. Según Néstor Mendoza, jefe de la DRA, cuando los comuneros reconocen que hay un potencial en los árboles, evitan el pastoreo en esos campos. “Si se permite que el pino crezca, el pasto y los arbustos se recuperan paulatinamente. Al final, queda una alfombra verde que funciona como una esponja con el agua”, dice Mendoza a El Comercio.
Según el funcionario, cuando hay vegetación en la sierra, entre 2.800 a 3.100 metros sobre el nivel del mar, el agua de las lluvias es capturada y este suministro llega por más tiempo a las quebradas. Además, ocurren filtraciones subterráneas que recargan los acuíferos en las cuencas media y baja de los ríos, donde hay ciudades, pozos y agricultura intensiva.
Hasta el momento, los 800 mil pinos están repartidos en 750 hectáreas de tres comunidades campesinas: San José de Curis, San Andrés de Quilcanto y Santa Ana de Tibillo, ubicadas entre Ica y Palpa. Para regar estos árboles, la DRA de Ica ha construido 43 reservorios. En dos años, las raíces de los pinos serán lo bastante profundas para captar la humedad subterránea y no necesitarán riego. A partir de entonces, los reservorios servirán para las necesidades de los agricultores locales que siembran achiras, maíz, papas y duraznos.
“Algunos reservorios ya son usados para la crianza de tilapias, que es una fuente de proteínas que hace falta aquí. Con el tiempo, el agua será usada para el cultivo de frutas. El objetivo es que las chacras de estas comunidades de la sierra puedan ofrecer una dieta balanceada”, señala el director Néstor Mendoza.
Beneficios colaterales
En conversación con El Comercio, Walter Nalvarte, jefe de la Dirección General de Política y Competitividad Forestal y de Fauna Silvestre del Serfor, confirma que la siembra y cosecha de agua evita la erosión de los suelos en la sierra y recarga los acuíferos en las zonas bajas de los valles. Según el funcionario, un proyecto similar ha sido desarrollado en Granja Porcón (Cajamarca) con bastante éxito.
“Pese a que es una especie exótica, el pino es bastante interesante: tiene un crecimiento más acelerado que la vegetación nativa y puede sembrarse en suelos pobres y de altura”, añade Nalvarte respecto al proyecto desarrollado por el Gobierno Regional de Ica. De acuerdo al funcionario, los pinos traen beneficios paralelos a las comunidades que los cultivan: su madera puede ser aprovechada comercialmente y, cuando hay suficiente humedad, crecen hongos comestibles en la base de sus troncos.
“Otro beneficio es que el agua que captura la vegetación en la sierra regresa en forma de humedad a la atmósfera y permite que haya lluvias”, explica Walter Nalvarte.
Compromiso
Según la meta del proyecto Siembra y Cosecha de Agua de Ica, hasta diciembre de este año –cuando acabe la gestión regional actual– se deberán haber plantado 1’100.000 pinos en 1.000 hectáreas de cuatro comunidades campesinas. Para Walter Nalvarte, del Serfor, aunque esta cantidad es importante, lo óptimo es tener más superficie cultivada, lo que cae en manos de la próxima gestión.
Asimismo, es crucial sensibilizar a los campesinos para que respeten las zonas prohibidas para el pastoreo. Este Diario constató esta semana, por ejemplo, que el cerco metálico instalado por la DRA de Ica para proteger los pinos en los terrenos de la comunidad de San José de Curis había sido cortado. Tres vacas pastaban tranquilamente ahí, al lado de los árboles recién plantados.
Publicado por: El Comercio, 21 de abril del 2018.