The Economist
Para los agricultores de subsistencia de habla quechua que viven en las partes más altas de los Andes peruanos, el musgo sphagnum que cubre la tierra cerca de sus pueblos es una molestia. Lo queman para despejar la tierra con la finalidad de poder sembrar cultivos tradicionales, como papas. Ahora algunos se han dado cuenta de que la vegetación esponjosa puede valer más que los tubérculos, cuya siembra a veces cuesta más de lo que obtienen en el mercado.
El musgo es un comodity comercializado internacionalmente. Canadá, el mayor exportador, vendió más de un millón de toneladas de musgo descompuesto de las turberas (tipo de humedal ácido) el año pasado por al rededor de US$ 337 millones. El mercado para el tipo de musgo que el Perú produce, cosechado fresco y luego secado, es mucho más pequeño, al rededor de 5,300 toneladas por año. Pero está creciendo rápido.
La absorbencia del musgo lo hace útil para macetas de plantas exóticas como orquídeas. Debido a su acidez, los agricultores lo agregan al suelo en el que cultivan alimentos como los arándanos.
A la demanda se están agregando nuevos usos. El musgo es popular por las "paredes vivientes" que brotan en ciudades europeas y norteamericanas. Las minas pueden usar sphagnum para filtrar las toxinas de pozos donde se recogen subproductos.
En Estados Unidos, los propietarios de piscinas instalan filtros sphagnum para reducir la necesidad de cloración. La misma tecnología puede hacer que el agua sea potable.
El Perú llegó tarde a la comercialización de musgo. Su vecino del sur, Chile, tiene el 76% del mercado mundial de musgo cosechado fresco. Nueva Zelanda, con 15%, es el otro principal comerciante. Perú cosecha unas escasas 100 toneladas al año. Ahora está tratando de ponerse al día.
Inka Moss, el único exportador peruano, ha estado enseñando desde el 2010 a las comunidades en la región central de Junín a cosechar el musgo sin desarraigarlo, permitiendo que la planta se regenere. Hasta ahora, las recompensas han sido modestas. Unos 20 pueblos, cada uno con aproximadamente 60 familias, ganaron US$ 1.4 millones en total desde el 2010 al 2016. Marco Piñatelli, jefe de Inka Moss, cree que el potencial es mucho mayor. Cada uno de los pueblos podría cosechar 30 toneladas al año, lo que proporcionaría un ingreso anual al rededor de US$ 85,000. Y la cantidad de pueblos recolectores de musgo podría expandirse.
Para lograrlo, los recolectores de musgo peruanos han solicitado la ayuda de la Agencia Espacial del Perú que está utilizando datos recopilados de un satélite construido en Francia, que también rastrea producción de coca y deforestación, para mapear lugares cubiertos de musgo. "Tomaría años mapear áreas usando técnicas tradicionales", dice Carlos Caballero, el general que dirige la mencionada agencia.
Pero la búsqueda del desarrollo del mencionado cultivo alternativo en el Perú enfrenta obstáculos. La propiedad de la tierra y, por lo tanto, el musgo que crece en ella es confusa, un problema que afecta a otros proyectos en el Perú. Las comunidades o individuos que la poseen rara vez tienen títulos de propiedad. Las autoridades locales a menudo son reacias a aclarar la propiedad emitiendo un título. La recolección del musgo también se empantana en la burocracia. La agencia gubernamental a cargo de la silvicultura y la vida silvestre puede tardar 18 meses para emitir un permiso de cosecha. Sin tales obstáculos, Inka Moss podría trabajar con mucho más de 20 pueblos, dice Piñatelli.
Luis Alfaro, de la agencia gubernamental para la exportación de productos de la sierra y selva, dice que las autoridades forestales han comenzado a aceptar acuerdos de compra de tierras en lugar de títulos para emitir permisos de cosecha. Eso reducirá un obstáculo. La oportunidad es excelente, dice Alfaro. "Ahora tenemos que hacer que todos estén alineados para que todo despegue.
Publicado por: Gestión, 06 de abril del 2018.