AUTOR: José Vadillo Vila
1. Las mariposas y las orquídeas pueden ser un arma de lucha contra el narcotráfico. Doscientas familias de Pichiquia y Alto Camantavishi, comunidades asháninkas que quedan en la cuenca del río Ene, se organizan para explotar los recursos naturales, darles valor agregado y cerrarles el paso a los narcos y la pichicata.
Alto Camantabishi y Pichiquia quedan en el distrito de Río Tambo (Satipo, Junín), en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Otishi.
Gracias al fondo concursable de Serfor- CAF, han obtenido más de 861,000 soles (79% lo financia el programa, y el resto, el distrito) para desarrollar con las familias de la primera comunidad un proyecto de mejoramiento de orquídeas; y en Pichiquia, otro de propagación de lepidópteros.
Los voceros de Río Tambo explican que, de esta manera, ofrecerán a los asháninkas opciones distintas al sembrado del café y cacao, y que aprovechen mejor la flora y fauna.
Los turistas extranjeros llegan con intermediarios, se internan y cazan las mariposas, pagándoles entre 20 y 50 céntimos por cada una, cuando podrían venderlas a 1 o 6 dólares.
Un mariposario necesita un manejo. Para eso se organizan y capacitan los asháninkas y cuentan con un centro piloto. “Hay un mercado potencial, no solo venderlas sino también exportarlas disecadas o en su etapa de pupa a Rusia, Ucrania, EE.UU., Inglaterra, Francia”, dicen los técnicos.
En Alto Camantabishi, los nativos se asociarán e instalarán un centro de crianza para orquídeas, además de permitir el desarrollo de la comunidad, se rescatarán especies de orquídeas. “Si funciona, se replicará en todas las comunidades del corrector que va del Parque Nacional Otishi al Santuario Nacional Megantoni”.
¿El fin? En estas comunidades no hay luz eléctrica. Al generar ingresos con estas actividades podrán instalar paneles solares. Así, sus hijos puedan estudiar y hacer sus tareas de noche.
2. De una problemática nace la oportunidad.
Los cultivos de los productores del valle de la Divisoria (Ucayali) fueron afectados por la roya de café.
Ellos y la municipalidad de Padre Abad se enfocaron en el bijao, que crece de manera natural en todo el valle, como una alternativa comercial. Y se animaron a participar en el concurso de conglomerado de Serfor- CAF.
El proyecto ya beneficia a 250 familias y se tienen 50 parcelas demostrativas. Se inició con 180 hectáreas de cultivo y hoy suman 230. Se trabaja ofreciendo asistencia técnica de cultivo, dando capacidades a los productores, y, de paso, reforestando tanto con el bijao como también el emblemático árbol de la quina.
Ahora trabajan con la subespecie más solicitada, ya que están repoblando el bosque y se están formalizando los productores para que comercialicen, se articulen y puedan tener presencia en ExpoAmazónica, ExpoAlimentaria y la feria limeña de Mistura.
No solo el chef Pedro Miguel Schiaffino quedó muy interesado en conocer el potencial del bijao del distrito de Padre Abad. Himmler Soto, coordinador del proyecto, dice que gracias al financiamiento logrado con el programa Serfor- CAF, instalarán un módulo de empaque al vacío, pues hay un potencial- gracias a que la zona se ubica adyacente a la carretera Central y de ahí en avión a Lima por Huánuco- para proyectarse en la exportación, tal como hoy lo hace Colombia, que exporta las hojas de bijao cortadas en tamaño A4 y envasadas al vacío para que los mercados de EE.UU., México y Chile.
“Ahora los pobladores están muy motivados, porque han conocido el potencial que tiene la hoja de bijao no solo para la preparación de comida, sino también para reemplazar los envases de tecnopor que son altamente contaminantes. Los envases serán producidos con hojas de bija, la hoja y el tallo de plátano, para que sean biodegradables”, dice Soto.
Publicado por: El Peruano, 21 de Febrero del 2018.