El desarrollo sostenible: Una oportunidad comercial

Por Insead Knowledge

Barbara Kux, ejecutiva de Royal Philips Electronics, asegura que los países en desarrollo son una fuente increíble de oportunidades para las empresas. Además, enfocarse en los mercados emergentes puede ser socialmente responsable.

Para el año 2040, solamente el 15% de la población mundial estará viviendo en lo que ahora se llaman países desarrollados. Por consiguiente es esencial para los planificadores de empresas comenzar a focalizarse en el resto del planeta. Con suerte, una estrategia centralizada en los mercados emergentes puede ser lucrativa y también socialmente responsable, dice Barbara Kunx de la multinacional holandesa Royal Philips Electronics.

“Los países en desarrollo son una fuente fantástica de oportunidades para las empresas”, dice Kux, miembro del comité de administración de Philips. “En Philips intentamos ubicar el asunto de la sustentabilidad como una oportunidad de negocios. Por ejemplo, en materia de energía, buscamos una iluminación eficiente. Este es el tipo de tecnología necesaria para los mercados en desarrollo, porque reduce el anhídrido carbónico”, señala.

“Lo que intentamos continuar es la misión anunciada por los hermanos Philips cuando fundaron la empresa hace mas de un siglo: aplicar la tecnología para mejorar la vida de las personas”.

Estrategia

Para moldear su estrategia, Philips trazó un mapa del mundo que destaca dos funciones diferentes; por un lado, el bienestar tal como es medido por el HDI (siglas en inglés de Human Development Index, o Índice de Desarrollo Humano); y por el otro, la huella ecológica en el uso del planeta, como lo formula Kux.

En un extremo de la escalera están desarrollados con altos puntajes en ambos conteos. Aquí la meta debe ser mantener los puntajes de HDI, pero reducir la huella ecológica a través del uso de tecnologías más limpias.

Luego vienen los países en desarrollo – que contarían con alrededor de un 41% de la población en el 2040. En esas naciones la prioridad sería minimizar la adopción de viejas tecnologías y “saltar hacia nuevas soluciones”, indica Kux.

Un tercer grupo consta de países emergentes – tal vez un 44% de la futura población global – donde la urgencia es alcanzar soluciones de energía limpia que sean muy baratas.

Negocio “verde”

Bajo su programa EcoVision del 2012, Philips intenta obtener el 30% de su ingreso total del llamado negocio “verde”, que defiende el medio ambiente. En el 2007, la cifra fue de un 20% o alrededor de 5,300 millones de euros. La empresa también planea invertir mil millones de euros en tecnologías verdes, y reducir las propias huellas de carbono de la empresa en un 25%.

Bajo el negocio de “verde”, Philips incluye cualquier cosa desde sus sistemas de iluminación eficientes en energía – reduce el poder de consumo en un 30% – hasta nuevos scanners que usan 18% menos de enrgía que los modelos convencionales.

La responsabilidad social también significa asegurarse de que los países en desarrollo participen en el éxito de las empresas que invierten en ellos.

La política de Philips es triple: crear trabajo y oportunidades mediante el simple hecho de hacer negocios en esos países; producir investigación y proyectos de desarrollo; y subcontratar en lo que sea posible sus propias compras.

“Nuestros subcontratos en los países en desarrollo fueron de 7,200 millones de euros el año pasado. Eso también tiene un fantástico efecto en la economía en esos mercados”, dice Kux.

¿Pero no hay riesgo de que países como Brasil y la India den el salto hacia nuevas tecnologías, y creen competidores que afectarían a Philips?

Eso solo hasta determinado punto, dice Kux.

“Es cierto que los competidores locales tienen capacidad empresarial. Ellos conocen a sus países y a sus clientes. Por lo tanto, tienen ventaja competitiva”, dice ella. “Pero si usted trae una solución en materia de tecnología, es muy difícil que esos países se unan a esa onda. Buena parte de nuestra tecnología está protegida. Tenemos 80,000 patentes en Philips. Si usted realmente quiere desarrollar una tecnología compleja nueva, necesitará, en su mayor parte, gran cantidad de patentes”.

Publicado en el diario Gestión (30.05.08)

Se harán nuevas fortunas salvando al planeta

Hathleen Campion, periodista de Bloomberg, explora las nuevas posibilidades de desafiar el deterioro de la Tierra, sin dejar de ganar dinero.

Impreso en papel reciclado, el libro “Earth: The Sequel” llegó justo a tiempo para la celebración del Día de la Tierra (mayo 2008). Los autores, Fred Krupp y Miriam Horn, argumentan que podemos cambiar nuestras costumbres glotonas y de despilfarro de combustibles y contaminación del ambiente, mediante la cooperación entre inversionistas e innovadores.

La nueva energía vinculada con un sistema de limitación y canje del dióxido de carbono no solo resolverá el problema del calentamiento mundial, sino que dará nuevo impulso al crecimiento económico.

Hablé con Krupp, presidente de la agrupación Environmental Defense Fund (Fondo de Defensa del Medio Ambiente), en las oficinas de Bloomberg en Nueva York.

Campion: Usted espera mucho de la “nueva energía”… ¿Qué no solo resolverá nuestro problema de calentamiento mundial y proveerá los combustibles de nuestro futuro sino que dará nuevo ímpetu al crecimiento económico también?

Krupp: La energía es un negocio de US$ 6 billones. Hay tremendas cantidades de empleos en él ahora y muchos empleos por crear según modificamos la maquinaria de ese sector para que sea tan limpio como necesitamos que sea para tener un futuro.

Y hay enormes beneficios que ganar. No es algo opcional: todos vamos a seguir usando energía. Se harán muchas fortunas nuevas, a la vez que salvamos el planeta.

Energía solar

Campion: En términos del mercado, la gente del sector de la energía ha argumentado por mucho tiempo que las fuentes alternas de energía carecen de la escala suficiente. ¿Pueden abultarse las alternativas lo bastante rápido para cambiar eso?

Krupp: Sí, Sucede, por ejemplo, que con la energía solar, un cuadro de terreno, de 100 millas (160 kilómetros) de largo por un lado, podría suministrar toda la electricidad que el país entero necesita, si solo convirtiera un 10% de la energía del sol a corriente eléctrica.

Campion: La sensibilidad del inversionistas puede, o no, ser un buen indicio del éxito de un producto o una estrategia a la larga. Pero es una medida del compromiso, en todo caso. Alguien colocará su dinero en eso. ¿En cuáles de las tecnologías que han examinado hasta la fecha ven ustedes que se esté invirtiendo?

Krupp: Se está invirtiendo en ellas el principio de una cascada de dinero. Una compañía como Amyris Biotechnologies ha dicho no a algunos inversionistas. Es una compañía que ya ideó la forma de curar la malaria a partir del azúcar. De modo que han reprogramado la levadura para producir la única medicina que cura la malaria, y le van a ahorrar un par de centenares de millones de dólares de Bill y Melinda Gates de esa forma.

First Solar es la primera de las compañías solares en salir a bolsa. Ahora posee más de US$ 16, 000 millones.

Campion: Ustedes aclaran que las ingeniosas sinergias y estrategias alternativas solo pueden cobrar importancia si el mercado se entusiasma con el sistema de limitación y canje de dióxido de carbono. ¿Puede decirme de manera sencilla por qué piensa que es tan imprescindible que se establezca este mercado?

Krupp: Con la lluvia ácida, aprendimos que esos incentivos se transforman de lleno cuando se tiene un mercado verde donde vender las reducciones de contaminación. En la actualidad, las señales económicas están todas a favor de contaminar gratis.

Cuando usted vuelca esa señal patas arriba y convierte en algo tan valioso la reducción de la contaminación, entonces alista a los empresarios y trabajadores estadounidenses en la tarea de innovar para conseguir mayores reducciones de la contaminación, porque eso ha llegado a ser más rentable.

Publicado en el diario Gestión (28.05.08)

El rey Midas del calentamiento global

Por Leila Abbouud

Richard Sandor ha ganado millones liderando el comercio de dióxido de carbono en Europa

Mientras el calentamiento global aumenta, Richard Sandor, un economista de 66 años, se hace más rico. Su firma, Climate Exchange PLC, domina en Europa el floreciente comercio de “permisos de emisión de carbono”, que esencialmente es la compra y venta de derechos para contaminar. Desde 2000, la Unión Europea exige que los amyores contaminadores reduzcan la cantidad de dióxido de carbono que emiten o que compren créditos en un mercado abierto.

Buena parte de este comercio ocurre en una bolsa fundada en 2005 por Sandor, un ex académico de la Universidad de California en Berkeley que se ha convertido en un empresario del cambio climático. Sandor es uno de los inversionistas más exitosos entre los que buscan lucrar de una mayor conciencia ecológica, ya sea al especular con el precio de las materias primas o al lanzar empresas de energía eólica. En 2007, el mercado global de créditos de emisión casi se duplicó a unos US$ 60,000 millones, según la firma de investigación de mercado Point Carbon.

Climate Exchange maneja el 90% del corretaje que se lleva a cabo en las bolsas de carbono y tiene un valor de mercado de más de US$ 1,000 millones. La participación de Sandor de 20% vale más de US$ 200 millones.

Es una inusual mezcla de teoría de los mercados y ambientalismo. “La derecha siempre sospecha que uno es un ambientalista que se la pasa abrazando árboles y la izquierda lo acusa sólo de hacer dinero”, dice Sandor, que en la década de los 90 desarrolló un sistema basado en los mercados para reducir los contaminantes que causan la lluvia ácida. Su éxito en el corretaje de carbono ha despertado el interés de sus rivales. En enero, NYSE Euronext lanzó su propia bolsa de carbono, elevado a al menos ocho mercados operando en todo el mundo. La bolsa Mercantil de Nueva York también planea entrar a este sector en el primer trimestre de este año.

Los programas de corretaje de permisos como el europeo buscan darle a las empresas que contaminan un incentivo financiero para que adopten prácticas más seguras para el medio ambiente. Los gobiernos imponen límites de emisiones y las compañías que no los agotan pueden intercambiar sus créditos de contaminación con otras firmas dispuestas a pagar por contaminar. Con el paso del tiempo, los límites se hacen más estrictos, haciendo que sea más costoso continuar contaminando.

Cerca de un 70% de los permisos de emisión cambia de manos fuera del mercado, en transacciones privadas entre las compañías. A menudo es más eficiente comerciar en una bolsa que encontrar un comprador o vendedor por su cuenta. Pero, para los intercambios más grandes, muchas compañías y bancos aún prefieren realizar acuerdos privados para no alertar a sus competidores o acusar oscilaciones drásticas en este incipiente mercado.

La bolsa creada por Sandor es una pieza clave de la infraestructura financiera que soporta este sistema, ya que le da a estas compañías, la mayoría de las cuales son gigantes industriales como siderúrgicas y eléctricas, una idea clara del precio de mercado de los créditos de emisión. También permite que lo fondos de cobertura y otros inversionistas especules con los créditos, de la misma forma en la que lo harían con otros activos como oro o acciones.

Algunos economistas, incluyendo al ganador del Nobel de Economía Joseph Stiglitz y el ex presidente del Consejo de Asesores Económicos de George Bush, Gregory Mankiw, argumentan que es castigar con impuestos las empresas que contaminan. Un impuesto al carbono, dicen, sería más transparente y menos vulnerable al lobby de las industrias que buscan ampliar los límites de emisiones. Los magos financieros, como Sandor, que dirigen los mercados de créditos, también son blancos de críticas. “El dinero queda con los bancos y los corredores en vez de pagar por innovaciones para reducir las emisiones”, dice Carlo Stagnaro del centro de investigación italiano Instituto Bruno Leoni, autor de un estudio sobre el sistema europeo de intercambio de emisiones.

El propio sistema europeo muestra evidencia de estos problemas. Los gobiernos inicialmente cedieron a la presión de las industrias y emitieron demasiados permisos de carbono, restando fuerza al incentivo para que las compañías redujeran sus emisiones. El sistema, que ha estado en funcionamiento por tres años, aún no ha producido grandes reducciones en las emisiones. Pero el corretaje de carbono se ha disparado, entregando buenas ganancias a los bancos, corredores y bolsas como la fundada por Sandor.

Publicado en el Suplemento Dia_1 del Diario El Comercio (17.13.08)