AUTOR:PABLO PÉREZ ALVAREZ
PERIODISTA
"Cuando se habla de desarrollo urbano o viviendas sostenibles, automáticamente viene a la cabeza un bonito barrio de clase media alta en Dinamarca o en Noruega cuyos vecinos no tiene mayor inconveniente en cambiar el coche por un transporte público cómodo y eficiente, o invertir parte de su presupuesto vecinal en mejoras amigables con el medio ambiente. Pero, ¿pueden los habitantes de un asentamiento irregular, favela o villa miseria de una megaurbe en un país en vías de desarrollo permitirse el lujo de pensar en conceptos como sostenibilidad, bioclimatismo o eficiencia energética a la hora de invadir un pedacito de tierra sin urbanizar en el extrarradio y levantar su casa?
Rafael Moya, un arquitecto técnico español afincado hace años en Perú, piensa que sí. Por eso ha diseñado Villa Corintios, una urbanización en un cerro polvoriento e inhóspito del perímetro de Lima que cumple con los principios de sostenibilidad de ONU-HABITAD que se recogen en su nueva Agenda Urbana, aprobada a mediados de octubre en la cumbre Habitad III celebrada en Quito.
“No tiene por qué ser una ciudad del primer mundo, con todos los estándares, con las certificaciones, etcétera”, asegura Moya, quien afirma además que el modelo que propone es replicable en otros asentamientos irregulares de Lima y, con la correspondiente adaptación a las particularidades locales, del resto de América Latina.
“La sostenibilidad, tiene tres pilares fundamentales: uno es el ambiental, otro es el social y otro es el económico”, explica. Y Villa Corintios, asegura, integra los tres. Cuenta con casas construidas con materiales locales y reciclados a un coste asequible para familias de bajos recursos, bioclimatización para ahorrar en electricidad, autoabastecimiento y reutilización de agua, zonas verdes para evitar una expansión descontrolada, captación del agua a partir de la humedad ambiental, biohuertos y piscigranjas para la generación de recursos…
El proyecto comenzó a gestarse hace un año, cuando Moya fue requerido para diseñar una casa en un cerro del distrito de San Antonio de Huarochiri, un barrio del norte de Lima. Cuando el arquitecto español, que está especializado en el urbanismo sostenible y da clases sobre el tema en universidades de la capital peruana, llegó al terreno, comprobó que formaba
parte de una asociación de viviendas de 240 familias pertenecientes al grupo religioso cristiano la Primera de Corintios Trece, conocidos como corintios.
Los corintios ocuparon en 1999 ese lugar, casi 13 hectáreas de piedra y arena en un terreno irregular en lo alto de un cerro, a una cuota de entre 800 y 1.000 metros sobre el nivel del mar. Nada muy diferente de los cientos de asentamientos que rodean la ciudad, que carecen servicios básicos como electricidad o agua.
Para llegar allí, hay que recorrer varios kilómetros desde la avenida asfaltada más cercana, por un camino de tierra que sube entre barrios informales. Los corintios tomaron la parte alta de un cerro que tiene toda su falda ocupada por infraviviendas levantadas sin ningún tipo de ordenamiento urbano y repartieron los lotes entre los miembros con menos recursos, personas sin formación que se dedican principalmente a la construcción, a la venta ambulante y al reciclado de basura. En todo este tiempo, han vivido en casas precarias, la mayoría construidas con tablones de madera y techo de lámina.
“Una vez que fui al terreno le dije que lo que hacía falta es que toda esta gente tenga sus viviendas y con espacios públicos. Le propuse que me reuniera a la asociación para poder hacerles una urbanización”, relata Moya. Tras una serie de asambleas con todos los vecinos les fue convenciendo de la conveniencia de su proyecto.
Basta con echar un vistazo a las chozas dispuestas en la pendiente del cerro para darse cuenta de que en caso de producirse un sismo, algo altamente probable dado que Perú está situado en el Cinturón de Fuego del Pacífico, toda la zona corre el riesgo de quedar arrasada. Por ello, la primera propuesta para Villa Corintios es aterrazarla, construir andenes como hacían antiguamente los incas, lo que reduce el riesgo de corrimiento. Para ello, sólo se necesitan las piedras que ofrece en abundancia el cerro.
Este aterrazamiento antisísmico servirá además para las paredes traseras de las viviendas de la urbanización, hechas conforme a un tipo de construcción alternativo a lo que se aspira en los barrios pobres de Lima: paredes de ladrillo y techo de hormigón o concreto. En vez de ello, Moya propone la utilización de un recurso local como la piedra y materiales reciclables para construir casas modulares progresivas. A partir de módulos de cinco por cinco metros, hechos con paneles prefabricados para las paredes, y de un modelo básico compuesto por una primera planta con salón y cocina integrada, un baño y un patio, y una segunda con dos dormitorios, podrá ir ampliándose para adaptarse a las necesidades de cada familia.
La piedra, que será la base del suelo y del hormigón para el resto de la estructura, es un material que “resiste bastante bien al paso del tiempo, a los huaicos (aludes de piedra y lodo habituales en este tipo de lugares), a los terremotos y tiene buena inercia térmica para la bioclimatización”, apunta.
Por otro lado, argumenta: “El hormigón es un material bastante sostenible, pues, como tiene muy poca energía incorporada en su fabricación y no deja de ser piedra molida, es un material de producción local y por lo tanto no gastas en transporte ni generas emisiones”.
Así, una vez resuelto el tema estructural, “el resto de componentes lo vamos a hacer con material reciclado, con material de desecho”, como palés para forjados, cubiertas, cerramiento frontal, divisiones internas, suelos, parapetos o escaleras.
La autosuficiencia de agua será otra característica de estas viviendas, pues pueden pasar muchos años antes de que les llegue el suministro municipal. “En Lima no llueve nunca, pero tiene una humedad ambiental alta, de hasta un 90%. Esa humedad se puede captar y condensar mediante neblineros ”, una red de nailon de malla fina, señala Moya. Este agua irá a parar a un depósito situado en el techo de la casa tras pasar por una cubierta vegetal que lo cubrirá y que actuará de biofiltro, reteniendo todos los componentes orgánicos y químicos.
De esa forma, el agua resultante será apta para el consumo humano tras ser hervida. Además, se reutilizarán las aguas grises (las de la ducha, el lavabo o el fregadero) tras pasar por otro biofiltro situado en el patio y que se puede construir de forma artesanal.
Por último, la vivienda usa el bioclimatismo para aprovechar la luz natural y mantener una temperatura adecuada. Mediante la orientación apropiada, el patio interior y el frontal de la casa acristalado, se puede reducir al mínimo la necesidad de energía eléctrica. Con estos elementos, con voladizos calculados para tener control de la luz solar y con el uso adecuado de lamas o estores y “la alta inercia térmica de la piedra se va a poder captar el sol que se necesita en invierno para calentar la vivienda y retener el frío en verano”. Además, “el cristal es otro material bastante sostenible y es bastante barato”, subraya Moya.
Villa Corintios no busca romper únicamente con el paradigma de construcción de viviendas. También incorpora elementos para superar el urbanismo desordenado de los asentamientos irregulares, que se limita a levantar una casa tras otra sin solución de continuidad, donde cada uno se instala donde puede, desentendiéndose de la comunidad y ocupando toda la superficie disponible sin dejar nada para áreas comunes, zonas verdes o espacios de convivencia.
Moya reconoce que es complicado cambiar la mentalidad respecto a incorporar la sostenibilidad social en el desarrollo urbanístico de una en una ciudad como Lima, donde no existe una conciencia ciudadana de espacio público.
“Todavía hay una mentalidad de coche privado, cuando la tendencia mundial es precisamente al contrario, es decir, la ciudad para la gente”, lamenta. “El desarrollo que tiene Lima es ampliar carriles para meter cuantos más coches mejor, de modo que se ha convertido en un gran nudo de vías con viviendas alrededor, en sus huecos”.
Sin embargo, su propuesta a los vecinos de Villa Corintios para incluir estos espacios ha sido bien acogida. “Cuando hizo la presentación con las áreas verdes, los parques infantiles, recreativo y la parte social nos sorprendió”, reconoce Ewer Terrenos, secretario de organización de la asociación de viviendas de Villa Corintios. “Nosotros pensábamos que todos tienen sus lotes y punto, meter la cantidad que ocupe todo el terreno. No se había pensado en estas áreas comunes donde puede haber diversión para los niños”.
El proyecto incluye infraestructuras comunitarias, como un local comunal, un puesto de salud, parques infantiles o pistas deportivas. También aprovecha las zonas más altas del cerro, donde no llegan las casas para crear zonas verdes, que serán regadas también mediante agua captada por neblineros. Esta agua bajará por canaletas para abastecer una zona de biohuertos y unos estanques para crianza de peces. El líquido enriquecido con el residuo de estos peces será reutilizado para el riego de los huertos.
La idea, afirma Moya, es que la urbanización imite a la naturaleza. “Las ciudades fuerzan un metabolismo lineal: traemos materiales de afuera, construimos nuestras ciudades y normalmente tiramos materiales en forma de desechos”.
Sin embargo, el concepto de ecociudad y de sostenibilidad consiste en que “la ciudad puede funcionar igual que un sistema natural, que cree las condiciones adecuadas para que el material de desecho que genere la ciudad vuelva a ser recuperado y que la misma ciudad cree las condiciones adecuadas para crear economía a las personas que habitan el sistema”.
Así pues, además de las biohuertas y las piscigranjas, el proyecto también quiere incluir una planta de procesamiento de los deshechos en gas metano y de fertilizante para las huertas e instalaciones para microempresas de reciclado de residuos orgánicos.
Gracias a que forman parte de una comunidad organizada, los habitantes de Villa Corintios ya han empezado a construir alguna de las escaleras para acceder los distintos andenes de la urbanización y a nivelar las calles para que cada vecino pueda comenzar a hacer su vivienda. Esta y otras partes se pueden solventar con trabajo comunitario y la construcción de las casas corre por cuenta de cada familia. Pero Terrones reconoce que para otras necesitarán apoyo financiero de organismos oficiales y de la cooperación internacional, así como la asistencia de organizaciones de la sociedad civil y donaciones de las empresas.
Moya asegura que varias instituciones se han mostrado interesadas ya en el modelo que Villa Corintios, en cuanto a la construcción de viviendas, así como en lo urbanístico. "Se puede replicar en muchos sitios en base a que tiene todos los indicadores de sostenibilidad posibles y al mismo tiempo crea riqueza, conserva la cultura, lo afectivo y, sobre todo, el ambiente".
Fuente: Publicado por Diario El País (30 de noviembre del 2016)