CASMA: EN BUSCA DEL TESORO PROMETIDO
Viva una experiencia increíble en el balneario de tortuga Casma, Áncash, donde las propuestas turísticas tienen aroma a mar y a increíbles aventuras.
Su promesa no convence a nadie. No es de esas que incitan a dejar de lado el matrimonio del mejor amigo o el bautizo del sobrino favorito, para vivir una experiencia memorable en una ruta cargada de expectativas. Tampoco es que al oírlo entren unas ganas irresistibles de descubrir de qué se trata todo eso.
Alto. Un momento. Algo está pasando. La promesa -vaya uno a saber por qué- convenció a los viajeros. Quizá les picó el bichito de la curiosidad o, tal vez, todo se explique en un 'ya pues, que queda, vamos, a la Dios'. Y es lo último lo que se acerca más a la realidad. Ojalá no sea un plan bien marketero, es decir, un engaña turistas, como el clásico 'a la vueltita nomás amiguito'.
En fin. Sea lo que fuese, los andariegos subieron a una lancha y, peor que niñitos de jardín, se mueven inquietos de un lado a otro en busca de una buena ubicación. Después se impone la tranquilidad, una tranquilidad que va de la mano con Tortugas (Casma, Áncash). Una bahía libre de autos bullicios, fiestas y vendedores ambulantes, donde las lanchas se remecen al son de la serenidad del mar.
De pronto, Juancho, el hombre tostado de sol y mar que lanzó una promesa mismo candidato a la presidencia o al congreso, enciende los motores de su embarcación. Surca el Pacífico, bajo un sol asunte y de cero neblina en el horizonte. Travesía marina. Tiempo de navegar hasta la playa La Grama, mientras las aves migratorias y los pingüinos juguetean en las peñas.
Tierra a la vista. Es momento de bajar e iniciar una caminata, pero sin perder las ganas de subir y bajar esos cerros que contienen al océano. Es momento de poner a prueba la agilidad y la resistencia, más aún cuando el sol está enojado y hasta prepotente. Tiene toda la intención de poner roja la piel. ¿Explorar con un calor voraz? "Para adelante", es la consigna de los aventureros.
Seguir la ruta y encontrar consuelo en las visiones del mar ancashino, con sus aguas turquesas y friecitas. Registrar una postal no es una mala idea. Tampoco demorar mucho. "la playa Sombrerón está a la vueltita nomás", anima Juancho. ¿Acaso dijo 'a la vueltita nomás'? Esa ya la conocemos, pero... no miente: abajo está el ingreso a la cueva del Pirata.
Pero, ¿y dónde está el ingreso? Los viajeros solo ven un pequeño orificio entre las piedras. "Por ahí entraremos, ¿se animan?", reta Juancho. Todos se miran de reojo, excepto un rumbero, ansioso de averiguar que de especial hay allí dentro. Quiere poner fin al misterio y saber si todo es marketing o un engaña viajero.
Él, pecho al suelo, va detrás de Juancho. Rampea varios metros hasta que la oscuridad se queda atrás. Alza la mirada: la vista espléndida del ir y venir de las olas agitadas.
"Esta es la gran joya natural que prometí si visitábamos la cueva del Pirata: sentir a la naturaleza dentro de uno", infla el pecho Juancho Rivera, el hombre tostado de sol y mar que jamás vendió gato por liebre. Y es que nadie puede dudar de él, quien conoce de los tesoros que tiene un pedacito de la costa de Áncash. Una costa aún por explorar...
Fuente: Larepublica.pe ( Agosto 2016)